Unas ranas se animaron a hacer una carrera, y ver quien llegaba primero a lo alto de una gran torre.
Había en el lugar una gran multitud de espectadores, mucha gente para apoyar y gritar por ellas.
Comenzó la competencia.
Pero como los espectadores no creían que las ranas pudieran llegar a la torre, lo que más se oía era: "Qué pena, no lo van a lograr, no van a poder."
De hecho, algunas ranas fueron desistiendo.
Unas pocas persistían y continuaban.
Pero la multitud gritaba: "Pero si no van a poder!, ¡no van a poder!"
Y las ranas iban renunciando una a una, menos una que seguía tranquila, cada vez más segura.
Ya al final de la competencia, sólo ella llegó.
La gente no entendía: ¿por qué esa rana porfió y llegó sola?
Se acercaron a la rana y le preguntaron cómo lo había conseguido, cómo logró hacer la prueba, pero la rana miraba a las personas y no respondía sus preguntas: era sorda.
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¿Cuál es la moraleja de esta historia?
Nuestras palabras y pensamientos tienen un poder inmenso.
Tienen el poder de la vida y de la muerte.
Una palabra de aliento a alguien que está pasando por un mal momento puede reanimarlo y ayudarlo a salir adelante.
Pero una palabra destructiva puede ser lo único que se necesita para matarlo.
Sé siempre positivo contigo mismo, y cuando alguien te diga que no podrás, que fallarás, que no serás capaz, sé sordo como la rana. No permitas que las personas negativas derrumben tus sueños y esperanzas.
Y también sé positivo con los demás. Alienta con tus palabras a todos los que cruzan tu camino.
Había en el lugar una gran multitud de espectadores, mucha gente para apoyar y gritar por ellas.
Comenzó la competencia.
Pero como los espectadores no creían que las ranas pudieran llegar a la torre, lo que más se oía era: "Qué pena, no lo van a lograr, no van a poder."
De hecho, algunas ranas fueron desistiendo.
Unas pocas persistían y continuaban.
Pero la multitud gritaba: "Pero si no van a poder!, ¡no van a poder!"
Y las ranas iban renunciando una a una, menos una que seguía tranquila, cada vez más segura.
Ya al final de la competencia, sólo ella llegó.
La gente no entendía: ¿por qué esa rana porfió y llegó sola?
Se acercaron a la rana y le preguntaron cómo lo había conseguido, cómo logró hacer la prueba, pero la rana miraba a las personas y no respondía sus preguntas: era sorda.
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¿Cuál es la moraleja de esta historia?
Nuestras palabras y pensamientos tienen un poder inmenso.
Tienen el poder de la vida y de la muerte.
Una palabra de aliento a alguien que está pasando por un mal momento puede reanimarlo y ayudarlo a salir adelante.
Pero una palabra destructiva puede ser lo único que se necesita para matarlo.
Sé siempre positivo contigo mismo, y cuando alguien te diga que no podrás, que fallarás, que no serás capaz, sé sordo como la rana. No permitas que las personas negativas derrumben tus sueños y esperanzas.
Y también sé positivo con los demás. Alienta con tus palabras a todos los que cruzan tu camino.
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