lunes, 28 de julio de 2008

Consumo de antioxidantes.

Lunes 28 de julio de 2008.
Dr. Mauricio Purto.

Aunque los efectos benéficos del ejercicio físico son conocidos, se han discutido sus potenciales efectos negativos. El principal es la liberación de radicales libres, que inciden en enfermedades cardiovasculares y el cáncer e inducen el envejecimiento de los tejidos.

Pero hay sustancias que ayudan a detener el impacto de las moléculas tóxicas que genera el ejercicio. Se llaman antioxidantes. Se encuentran en muchos alimentos, como las frutas (frutillas, arándanos, noni), las verduras (brócoli), las nueces, los granos y algunas carnes, aves y pescados.

En la última década, los antioxidantes han invadido el mercado de los ergogénicos con la promesa de una restauración eficiente del ejercicio, protección celular y desacelerar el proceso de envejecimiento.

El efecto de las sustancias es neutralizar el impacto de moléculas tóxicas que generamos, llamadas radicales libres, capaces de destruir fácilmente las células. Una célula humana puede producir más de 10 mil moléculas de radicales libres en su metabolismo diario, un proceso estimulado por el ejercicio.

Los radicales se liberan cuando el cuerpo procesa los alimentos o por la exposición al humo del tabaco, al esmog o la radiación. Los radicales libres inciden en enfermedades cardiovasculares y el cáncer e inducen el envejecimiento de los tejidos.

Para liberar la energía presente en los azúcares, grasas y proteínas necesitamos el oxígeno como factor oxidante. Y el resultado final de esta combustión es siempre dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O). Este proceso ocurre en la mitocondria. Aproximadamente un 2 a 5% de este oxígeno generará compuestos oxigenados tóxicos para la célula, llamados radicales libres.

El ejercicio físico aeróbico produce un aumento de la combustión biológica, y libera una mayor cantidad de radicales libres con toxicidad celular, quedando así las personas con un hábito deportivo más expuestas a sus efectos que la población sedentaria.

Un radical libre es una molécula altamente reactiva desde el punto de vista químico. Se trata del mismo tipo de compuestos que se producen por factores externos como el calor o la radiación ionizante.

Una acumulación de radicales libres en el cuerpo aumenta el riesgo de daño celular. Estas incluyen el material genético, las proteínas y las grasas estructurales de la membrana celular que ayuda a aislar a la célula de agentes dañinos como toxinas y carcinógenos.

Así, el efecto mayor de los radicales libres es sobre las grasas poliinsaturadas de la membrana celular que se daña por un efecto llamado peroxidación de lípidos que vulnera a partir de esto a toda la célula.

Aunque el organismo no puede impedir la liberación de radicales libres a partir de la combustión biológica, sí tiene mecanismos de defensa naturales. Estos incluyen enzimas antioxidantes como la catalaza, la glutatión peroxidasa, la superóxido dismutasa y ciertas proteínas que ligan metales.

Los agentes nutritivos como las vitaminas A, C y E, y el precursor de la vitamina A, el betacaroteno, brindan protección celular como antioxidantes.

Los estudios demuestran que una dieta que proporcione niveles apropiados de vitaminas antioxidantes, especialmente C y betacaroteno, reduce el riesgo de cáncer.

Aunque los efectos benéficos del ejercicio físico son conocidos, se han discutido sus potenciales efectos negativos, basados en el aumento de radicales libres que se producen al elevar el metabolismo aeróbico. Esto porque la actividad aeróbica aumentada y la mayor producción de radicales libres superaría nuestras defensas naturales.

La contraposición es que mientras la producción de radicales libres puede aumentar durante el ejercicio, nuestras defensas biológicas también lo hacen, adaptándose a los requerimientos del entrenamiento físico aeróbico produciendo más antioxidantes. Este argumento es apoyado por las investigaciones que muestran los efectos benéficos del ejercicio físico regular en la incidencia de varias formas de cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Se argumenta que el daño potencial de los radicales libres aumenta durante el trauma, el estrés, el daño muscular, el ejercicio y los contaminantes ambientales. Con el ejercicio, el riesgo parece depender de la intensidad y del estado físico de los sujetos, debido a que el ejercicio exhaustivo realizado por individuos no entrenados es más proclive a producir daño o estrés oxidativo en los músculos.

Así y todo, surgen dos preguntas. Una es si los individuos físicamente activos son más susceptibles al daño de radicales libres, y la otra, si se requiere un suplemento mayor de antioxidantes en ellos. En relación con la primera cuestión, la investigación sugiere que los humanos bien nutridos tienen defensas naturales para su protección. Repetidas cargas de ejercicio, a pesar del aumento de la liberación de radicales libres, no produjeron "estrés oxidativo" y tampoco agotaron las defensas antioxidantes.

Respecto a la segunda pregunta, hay menos consenso. La investigación sugiere que los antioxidantes ayudan al proceso de restauración de los deportistas y por eso se aconseja su suplemento en deportistas, sobre todo en el estrato de alto rendimiento.

Los efectos antioxidantes del selenio y del cromo están probados. Pero, más allá de los suplementos dietéticos, una recomendación es el consumo de una dieta balanceada que contenga frutas, granos y vegetales. Para todos.

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