Revista Ya, EM., 29-09-09.
Enfermos del ego, enfermos de intensos, enfermos de llenos son algunos de los títulos de las columnas que recopila la destacada psicóloga Eugenia Weinstein en "Yo (no) quiero ser feliz", el libro que lanzará la próxima semana bajo el sello El Mercurio-Aguilar, y que fueron el resultado de su observación, inquietudes de sus pacientes y también de su propio proceso personal.
Por Karim Gálvez.
--
Providencia, Avenida 11 de Septiembre, Metro Manuel Montt, Paseo Barros Borgoño, pasado mediodía. En esta explanada de cemento, iluminada por el sol de mediados de septiembre, es el inicio de la hora de almuerzo entre los oficinistas vestidos de gris y mujeres de traje negro que circulan a esta hora. Movimiento. Entran y salen apurados desde y hacia el metro, repleto a esta hora, repleto a toda hora. Los restaurantes comenzando a colapsar.
A un costado, un edificio antiguo del Santiago de los años '50, de muros sólidos, puertas de madera noble. Un edificio de tres pisos, de esos que ya no quedan en la ciudad, con departamentos amplios, de varios dormitorios, luz natural, tranquilidad.
Tras la puerta C, un pequeño estar con un mueble-sofá con respaldo empotrado a la pared. Tapices beige claro y una colección de pequeñas reproducciones de pintores como Dalí y Picasso anuncian que éste no es un lugar para personas con apuro. Al contrario, es un lugar para darse tiempo para sí mismo. Un pasillo estrecho que termina en una escalera y que a su vez conduce a un segundo piso lleva a más pequeños estares. En el primero de ellos se encuentra el de la psicóloga Eugenia Weinstein.
“Adelante, pasa, ponte cómoda, dice cordial”.
Al mirar por la ventana, el movimiento a la salida del metro ya es bestial.
Eugenia Weinstein se sienta con calma. Viste pantalón negro, polera y chaqueta moradas, un collar rodea su cuello. Tiene tiempo. Pareciera que tuviera mucho tiempo.
“Antes, en el pasado, estuve muy ocupada. Viví con mucha responsabilidad, llena de deberes, estresada con la maternidad, la crianza. Quizás ahora estoy igual de ocupada pero viví cambios de switch que fueron dándose con la madurez”. Mira entonces las fotos de sus seis nietos que decoran su pequeño estar. Niños y niñas de pelos crespos y lisos, rubios y castaños, un par de mellizos, ninguno mayor de seis o siete años.
“Los nietos son una gran fuente de felicidad porque es sólo dar y recibir cariño. Dan una felicidad calma, gozosa”.
Temima, Camila y Jana son las menores, "mi más reciente felicidad", como escribe en su reciente libro "Yo (no) quiero ser feliz", que lanzará el próximo lunes 5 de octubre bajo el sello El Mercurio-Aguilar y donde reúne el ciclo de columnas que ideó para la revista Sábado pensando precisamente en la felicidad.“Este libro también refleja mi proceso personal. Me he dado cuenta de lo mucho que importa la actitud para ser feliz. Creo que progresivamente me siento más feliz porque hago más esfuerzos por serlo. Antes estaba tan ocupada...”. La llegada de los 50 marcó su visión. Antes estaba tan ocupada. A los 20 se sentía una niña. A los 30, muy joven. A los 40, inmortal. A los 50, que se acercaba, como un barco, hacia la línea del horizonte. Así dice que se sintió. Con hijos que habían crecido, volado desde la casa materna, con tiempo para pensar. Para reflexionar en lo bueno y malo que había vivido.
“Me han pasado muchas cosas duras en la vida: la muerte de mi madre, muerte de amigos, el exilio, separaciones, enfermedades. Pero miré hacia atrás y encontré que tenía una buena vida, una vida con sentido.”
El Golpe de Estado que terminó con el gobierno de Allende, en 1973, la encontró estudiando un Master of Science en Psicología en la Universidad de Wisconsin y, luego, cuando en 1975 quiso volver a Chile, no le permitieron ingresar. Inició entonces un exilio que duró hasta 1979 en México, donde ofició como profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana y en la UNAM. Años después, de regreso en Chile, con una carrera académica en la Universidad Católica -donde se había titulado de psicóloga- y en la Universidad Diego Portales, su madre murió de cáncer de mama. Ella, en esa época, tenía 40 años, "y no estaba preparada para su partida".
Pero sí la preparó para saber que podría tener cáncer de mama, que enfrentó en una primera etapa hace un par de años al igual que la separación de Mario Waissbluth, hoy líder del movimiento ciudadano Educación 2020.
Coraje, capacidad para gozar; capacidad para relacionarse con otros sanamente; capacidad para automirarse; capacidad para resistir las dificultades; capacidad para aprender de sus errores. Ésas son algunas de las herramientas que tiene Eugenia Weinstein que cree le han permitido hacer su propio camino hacia la felicidad.
Estudiosa como es, ve tres áreas de felicidad. La primera se relaciona con las emociones positivas; estar contento, orgulloso, optimista, con sentido del humor. La llama "Vida placentera" y dice que se puede entrenar, hacer un esfuerzo por desarrollarlas. "Está demostrado que las emociones positivas fortalecen la salud mental, la relación de pareja, el sistema inmunológico, la creación". La segunda se relaciona con analizar cuáles son nuestras virtudes, pensar en aquello que tenemos y no en aquello que nos falta. La llama "Buena vida". "Si rediseñamos nuestra vida laboral, social, afectiva, en función de nuestras fortalezas encontraremos más bienestar y lograremos fluir, tener la sensación de hacer algo que nos apasiona y en que el tiempo se hace nada. Podemos buscar esos momentos". La tercera área de felicidad se relaciona con el sentido. La llama "Significado" y no se encuentra en uno mismo, sino en otros. "Se necesita trascender a sí mismo, ser parte de algo más grande para encontrar significado a la existencia. Los antidepresivos y los ansiolíticos sirven para disminuir las emociones negativas y aumentar las positivas, pero no existen medicamentos para el significado. Tampoco dan buena vida. Eso depende de cada uno".
Eugenia Weinstein suscribe aquella nueva tendencia de la psicología que se centra en descubrir herramientas para mejorar la vida de las personas. Ya se superó la etapa que se vivió en los últimos 50 años en que los especialistas de salud mental se enfocaron a estudiar patologías y tratamientos para enfermedades mentales. Hoy se vive una nueva era.
Esta felicidad, que ella bautizó como "Felicidad del alma", es un proceso con conciencia; calmo, profundo, incluso compatible con el dolor. "La felicidad es un conjunto de momentos y una actitud frente a la vida, y al ser una actitud es posible de ir creando y desarrollando".
“Los estudios muestran que no se relaciona con lo bueno o lo malo que les sucede a las personas, sino con factores de personalidad, como el ser agradecido con lo que se tiene; con saber dar y recibir, no vivir centrado en sí mismo, con la voluntad y decisión de ser feliz”.
Enfermos de estrés; enfermos de cuerdos; enfermos de poder; enfermos de llenos son algunos de los escritos en que Eugenia Weinstein retrata a cierto tipo de personas que se hacen zancadillas, personas más o menos proclives a alcanzar la felicidad.
“Obviamente las personas más creativas, sociales, agradecidas, son más propensas, pero todos pueden ser felices. Uno podría decir que alguien más depresivo, melancólico, con tendencia a verlo todo negro tiene más dificultades, pero también hay tratamientos para patologías, y hay personas que no se tratan nunca, que pareciera que no quieren ser felices. O no van al médico o no se toman los medicamentos o abandonan los tratamientos. Pero si averigua qué trampas se está haciendo, se puede contribuir. El único antídoto es uno mismo. Las emociones y dolores pasan; uno tiene que pensar qué queremos hacer con nuestra vida porque nosotros somos los propios contructores de nuestra vida”.
-Y hay poca conciencia de eso.
“La gente cree que la felicidad es algo que les toca a algunos y les es negada a otros. Mi gran propósito es que puedan darse cuenta de que si se quiere ser feliz se tendrá más posibilidades de serlo, que para serlo hay que querer serlo”.
Cerrar ciclos.
Una carita feliz amarilla sobre un fondo morado. Eso es lo que aparece en la portada de su libro. Pero éste no es su único libro. Eugenia Weinstein es una psicóloga chilena que se hizo conocida como conferencista y columnista gracias a los 35 años que lleva como terapeuta de pareja y que la llevaron a escribir entre 1999 y 2006 los best sellers "Mujeres: la sexualidad secreta", "El amor en los tiempos del cambio", "El amor al desnudo" y "Los amantes se van al cielo (y al infierno también)" y "Parejas (im)perfectas". Allí hablaba, basándose en estudios propios y extranjeros, sobre los conflictos de las relaciones y cómo superarlos. Autoayuda bien hecha, no al estilo americano con consejos simplones sino con análisis de hechos.
“Tras el último sentí que había cerrado un ciclo y que era necesario abrir otro”.
De a poco fue ampliándose en la medida que veía temas pendientes, inquietudes de pacientes, sus procesos personales, pero la pareja sigue estando presente. Porque, al igual que la familia, los hijos, el trabajo, los amigos, la pareja es una las principales fuentes de felicidad o infelicidad de las personas, "como todo en la vida, con dos caras".
Parejas sin sexo, ¿Ama usted a un narcisista? o El síndrome de Estocolmo son algunas de sus columnas en que aborda cómo el cansancio, el estrés, la incapacidad de poner límites, una infidelidad o el mal manejo del dinero, pueden afectarla. Otro tema que desarrolla es el de la distancia versus la cercanía. Dice que más veces de las recomendables las parejas tienden a fundirse y pensar que el amor es ser uno, cuando en verdad necesitan ser dos y una cierta distancia que permita ir más allá de las murallas que generan estabilidad. El manejo del dinero, si no está conversado, también provoca mucho conflicto, al igual que la crianza de los hijos.
“El impacto de los hijos es enorme. Son dos personas que se llevaban bien y de repente aparece un tercero con un nivel gigante de invasión afectiva, de demanda económica. Hoy dedicamos tal atención a los hijos que perdemos de vista el impacto en los padres. Es cierto que mientras más chicos, los niños dependen más de los padres, pero a medida que crecen, afecta más el cómo nos relacionamos entre todos."
"En defensa de los padres" es una de sus columnas favoritas. Allí escribe: "Pocos se atreven a hablar, sin sentirse culpables, de los sinsabores y aflicciones que este vínculo también puede provocar... Hace bien decirlo en voz alta: a veces los hijos duelen. Por ejemplo, cuando ponen malas caras o son desagradables o antipáticos; cuando son demandantes o exigentes; cuando no hacen nada por ellos mismos y se enferman...; cuando andan en malos pasos o malas juntas, se emborrachan o se drogan... En síntesis, cuando pierden el rumbo, o se ponen insoportables, o no crecen nunca, o hacen sufrir, o causan pena, o son injustos o ingratos o malagradecidos o hirientes".
Un abuso para los padres, dice. Vivimos una época en que los padres se hacen cargo de sus hijos casi para toda la vida, incluso económicamente, sin límite, dice. Padres tan preocupados de la felicidad de sus hijos que terminan criando personas individualistas, sin tolerancia a la frustración, que sólo buscan gratificaciones y sin deseos de enfrentarse a la vida.
"Los hijos pueden generar mucha felicidad, pero también mucha infelicidad, y la salud mental de unos no es independiente de la de los otros. Muchos de los problemas que tenemos los adultos pueden tener que ver con los hijos".
Eugenia Weinstein tiene dos hijos: Andrés y Javier Waissbluth, uno cineasta y otro rabino ortodoxo, pero que antes fueron ingeniero comercial uno e ingeniero civil industrial el otro. También tiene una hijastra, Pilar Galilea, que estudió Arte.
Los crió en libertad, dice, pero debió resistir algunos "cosquilleos" cuando les anunciaron que su camino cambiaría.
“Siento que me cumplieron, que hicieron lo que tenían que hacer”. Eso es tener una profesión tradicional y luego hacer el cambio de giro.
“Andrés congeló la carrera para estudiar cine en Cuba. Pero siempre he encontrado que uno no puede oponerse a que las personas sigan su camino, y en el caso de Javier, su ruptura con el medio fue tan grande cuando comenzó a acercarse a la religión, que me surgió más bien la reacción de la mamá como la persona que lo apoya. Hoy vivo la diversidad, pero estoy satisfecha. Uno tiene que saber lo que quiere y no confundirse con buscar tantos logros porque de repente la gente se pone muy voraz. Yo, a estas alturas de mi vida, más que metas, lo que me pongo son propósitos. Y tampoco muy a largo plazo, porque o si no, uno se frustra”.
Enfermos del ego, enfermos de intensos, enfermos de llenos son algunos de los títulos de las columnas que recopila la destacada psicóloga Eugenia Weinstein en "Yo (no) quiero ser feliz", el libro que lanzará la próxima semana bajo el sello El Mercurio-Aguilar, y que fueron el resultado de su observación, inquietudes de sus pacientes y también de su propio proceso personal.
Por Karim Gálvez.
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Providencia, Avenida 11 de Septiembre, Metro Manuel Montt, Paseo Barros Borgoño, pasado mediodía. En esta explanada de cemento, iluminada por el sol de mediados de septiembre, es el inicio de la hora de almuerzo entre los oficinistas vestidos de gris y mujeres de traje negro que circulan a esta hora. Movimiento. Entran y salen apurados desde y hacia el metro, repleto a esta hora, repleto a toda hora. Los restaurantes comenzando a colapsar.
A un costado, un edificio antiguo del Santiago de los años '50, de muros sólidos, puertas de madera noble. Un edificio de tres pisos, de esos que ya no quedan en la ciudad, con departamentos amplios, de varios dormitorios, luz natural, tranquilidad.
Tras la puerta C, un pequeño estar con un mueble-sofá con respaldo empotrado a la pared. Tapices beige claro y una colección de pequeñas reproducciones de pintores como Dalí y Picasso anuncian que éste no es un lugar para personas con apuro. Al contrario, es un lugar para darse tiempo para sí mismo. Un pasillo estrecho que termina en una escalera y que a su vez conduce a un segundo piso lleva a más pequeños estares. En el primero de ellos se encuentra el de la psicóloga Eugenia Weinstein.
“Adelante, pasa, ponte cómoda, dice cordial”.
Al mirar por la ventana, el movimiento a la salida del metro ya es bestial.
Eugenia Weinstein se sienta con calma. Viste pantalón negro, polera y chaqueta moradas, un collar rodea su cuello. Tiene tiempo. Pareciera que tuviera mucho tiempo.
“Antes, en el pasado, estuve muy ocupada. Viví con mucha responsabilidad, llena de deberes, estresada con la maternidad, la crianza. Quizás ahora estoy igual de ocupada pero viví cambios de switch que fueron dándose con la madurez”. Mira entonces las fotos de sus seis nietos que decoran su pequeño estar. Niños y niñas de pelos crespos y lisos, rubios y castaños, un par de mellizos, ninguno mayor de seis o siete años.
“Los nietos son una gran fuente de felicidad porque es sólo dar y recibir cariño. Dan una felicidad calma, gozosa”.
Temima, Camila y Jana son las menores, "mi más reciente felicidad", como escribe en su reciente libro "Yo (no) quiero ser feliz", que lanzará el próximo lunes 5 de octubre bajo el sello El Mercurio-Aguilar y donde reúne el ciclo de columnas que ideó para la revista Sábado pensando precisamente en la felicidad.“Este libro también refleja mi proceso personal. Me he dado cuenta de lo mucho que importa la actitud para ser feliz. Creo que progresivamente me siento más feliz porque hago más esfuerzos por serlo. Antes estaba tan ocupada...”. La llegada de los 50 marcó su visión. Antes estaba tan ocupada. A los 20 se sentía una niña. A los 30, muy joven. A los 40, inmortal. A los 50, que se acercaba, como un barco, hacia la línea del horizonte. Así dice que se sintió. Con hijos que habían crecido, volado desde la casa materna, con tiempo para pensar. Para reflexionar en lo bueno y malo que había vivido.
“Me han pasado muchas cosas duras en la vida: la muerte de mi madre, muerte de amigos, el exilio, separaciones, enfermedades. Pero miré hacia atrás y encontré que tenía una buena vida, una vida con sentido.”
El Golpe de Estado que terminó con el gobierno de Allende, en 1973, la encontró estudiando un Master of Science en Psicología en la Universidad de Wisconsin y, luego, cuando en 1975 quiso volver a Chile, no le permitieron ingresar. Inició entonces un exilio que duró hasta 1979 en México, donde ofició como profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana y en la UNAM. Años después, de regreso en Chile, con una carrera académica en la Universidad Católica -donde se había titulado de psicóloga- y en la Universidad Diego Portales, su madre murió de cáncer de mama. Ella, en esa época, tenía 40 años, "y no estaba preparada para su partida".
Pero sí la preparó para saber que podría tener cáncer de mama, que enfrentó en una primera etapa hace un par de años al igual que la separación de Mario Waissbluth, hoy líder del movimiento ciudadano Educación 2020.
Coraje, capacidad para gozar; capacidad para relacionarse con otros sanamente; capacidad para automirarse; capacidad para resistir las dificultades; capacidad para aprender de sus errores. Ésas son algunas de las herramientas que tiene Eugenia Weinstein que cree le han permitido hacer su propio camino hacia la felicidad.
Estudiosa como es, ve tres áreas de felicidad. La primera se relaciona con las emociones positivas; estar contento, orgulloso, optimista, con sentido del humor. La llama "Vida placentera" y dice que se puede entrenar, hacer un esfuerzo por desarrollarlas. "Está demostrado que las emociones positivas fortalecen la salud mental, la relación de pareja, el sistema inmunológico, la creación". La segunda se relaciona con analizar cuáles son nuestras virtudes, pensar en aquello que tenemos y no en aquello que nos falta. La llama "Buena vida". "Si rediseñamos nuestra vida laboral, social, afectiva, en función de nuestras fortalezas encontraremos más bienestar y lograremos fluir, tener la sensación de hacer algo que nos apasiona y en que el tiempo se hace nada. Podemos buscar esos momentos". La tercera área de felicidad se relaciona con el sentido. La llama "Significado" y no se encuentra en uno mismo, sino en otros. "Se necesita trascender a sí mismo, ser parte de algo más grande para encontrar significado a la existencia. Los antidepresivos y los ansiolíticos sirven para disminuir las emociones negativas y aumentar las positivas, pero no existen medicamentos para el significado. Tampoco dan buena vida. Eso depende de cada uno".
Eugenia Weinstein suscribe aquella nueva tendencia de la psicología que se centra en descubrir herramientas para mejorar la vida de las personas. Ya se superó la etapa que se vivió en los últimos 50 años en que los especialistas de salud mental se enfocaron a estudiar patologías y tratamientos para enfermedades mentales. Hoy se vive una nueva era.
Esta felicidad, que ella bautizó como "Felicidad del alma", es un proceso con conciencia; calmo, profundo, incluso compatible con el dolor. "La felicidad es un conjunto de momentos y una actitud frente a la vida, y al ser una actitud es posible de ir creando y desarrollando".
“Los estudios muestran que no se relaciona con lo bueno o lo malo que les sucede a las personas, sino con factores de personalidad, como el ser agradecido con lo que se tiene; con saber dar y recibir, no vivir centrado en sí mismo, con la voluntad y decisión de ser feliz”.
Enfermos de estrés; enfermos de cuerdos; enfermos de poder; enfermos de llenos son algunos de los escritos en que Eugenia Weinstein retrata a cierto tipo de personas que se hacen zancadillas, personas más o menos proclives a alcanzar la felicidad.
“Obviamente las personas más creativas, sociales, agradecidas, son más propensas, pero todos pueden ser felices. Uno podría decir que alguien más depresivo, melancólico, con tendencia a verlo todo negro tiene más dificultades, pero también hay tratamientos para patologías, y hay personas que no se tratan nunca, que pareciera que no quieren ser felices. O no van al médico o no se toman los medicamentos o abandonan los tratamientos. Pero si averigua qué trampas se está haciendo, se puede contribuir. El único antídoto es uno mismo. Las emociones y dolores pasan; uno tiene que pensar qué queremos hacer con nuestra vida porque nosotros somos los propios contructores de nuestra vida”.
-Y hay poca conciencia de eso.
“La gente cree que la felicidad es algo que les toca a algunos y les es negada a otros. Mi gran propósito es que puedan darse cuenta de que si se quiere ser feliz se tendrá más posibilidades de serlo, que para serlo hay que querer serlo”.
Cerrar ciclos.
Una carita feliz amarilla sobre un fondo morado. Eso es lo que aparece en la portada de su libro. Pero éste no es su único libro. Eugenia Weinstein es una psicóloga chilena que se hizo conocida como conferencista y columnista gracias a los 35 años que lleva como terapeuta de pareja y que la llevaron a escribir entre 1999 y 2006 los best sellers "Mujeres: la sexualidad secreta", "El amor en los tiempos del cambio", "El amor al desnudo" y "Los amantes se van al cielo (y al infierno también)" y "Parejas (im)perfectas". Allí hablaba, basándose en estudios propios y extranjeros, sobre los conflictos de las relaciones y cómo superarlos. Autoayuda bien hecha, no al estilo americano con consejos simplones sino con análisis de hechos.
“Tras el último sentí que había cerrado un ciclo y que era necesario abrir otro”.
De a poco fue ampliándose en la medida que veía temas pendientes, inquietudes de pacientes, sus procesos personales, pero la pareja sigue estando presente. Porque, al igual que la familia, los hijos, el trabajo, los amigos, la pareja es una las principales fuentes de felicidad o infelicidad de las personas, "como todo en la vida, con dos caras".
Parejas sin sexo, ¿Ama usted a un narcisista? o El síndrome de Estocolmo son algunas de sus columnas en que aborda cómo el cansancio, el estrés, la incapacidad de poner límites, una infidelidad o el mal manejo del dinero, pueden afectarla. Otro tema que desarrolla es el de la distancia versus la cercanía. Dice que más veces de las recomendables las parejas tienden a fundirse y pensar que el amor es ser uno, cuando en verdad necesitan ser dos y una cierta distancia que permita ir más allá de las murallas que generan estabilidad. El manejo del dinero, si no está conversado, también provoca mucho conflicto, al igual que la crianza de los hijos.
“El impacto de los hijos es enorme. Son dos personas que se llevaban bien y de repente aparece un tercero con un nivel gigante de invasión afectiva, de demanda económica. Hoy dedicamos tal atención a los hijos que perdemos de vista el impacto en los padres. Es cierto que mientras más chicos, los niños dependen más de los padres, pero a medida que crecen, afecta más el cómo nos relacionamos entre todos."
"En defensa de los padres" es una de sus columnas favoritas. Allí escribe: "Pocos se atreven a hablar, sin sentirse culpables, de los sinsabores y aflicciones que este vínculo también puede provocar... Hace bien decirlo en voz alta: a veces los hijos duelen. Por ejemplo, cuando ponen malas caras o son desagradables o antipáticos; cuando son demandantes o exigentes; cuando no hacen nada por ellos mismos y se enferman...; cuando andan en malos pasos o malas juntas, se emborrachan o se drogan... En síntesis, cuando pierden el rumbo, o se ponen insoportables, o no crecen nunca, o hacen sufrir, o causan pena, o son injustos o ingratos o malagradecidos o hirientes".
Un abuso para los padres, dice. Vivimos una época en que los padres se hacen cargo de sus hijos casi para toda la vida, incluso económicamente, sin límite, dice. Padres tan preocupados de la felicidad de sus hijos que terminan criando personas individualistas, sin tolerancia a la frustración, que sólo buscan gratificaciones y sin deseos de enfrentarse a la vida.
"Los hijos pueden generar mucha felicidad, pero también mucha infelicidad, y la salud mental de unos no es independiente de la de los otros. Muchos de los problemas que tenemos los adultos pueden tener que ver con los hijos".
Eugenia Weinstein tiene dos hijos: Andrés y Javier Waissbluth, uno cineasta y otro rabino ortodoxo, pero que antes fueron ingeniero comercial uno e ingeniero civil industrial el otro. También tiene una hijastra, Pilar Galilea, que estudió Arte.
Los crió en libertad, dice, pero debió resistir algunos "cosquilleos" cuando les anunciaron que su camino cambiaría.
“Siento que me cumplieron, que hicieron lo que tenían que hacer”. Eso es tener una profesión tradicional y luego hacer el cambio de giro.
“Andrés congeló la carrera para estudiar cine en Cuba. Pero siempre he encontrado que uno no puede oponerse a que las personas sigan su camino, y en el caso de Javier, su ruptura con el medio fue tan grande cuando comenzó a acercarse a la religión, que me surgió más bien la reacción de la mamá como la persona que lo apoya. Hoy vivo la diversidad, pero estoy satisfecha. Uno tiene que saber lo que quiere y no confundirse con buscar tantos logros porque de repente la gente se pone muy voraz. Yo, a estas alturas de mi vida, más que metas, lo que me pongo son propósitos. Y tampoco muy a largo plazo, porque o si no, uno se frustra”.
2 comentarios:
Mi nombre es Raúl, te escribo desde Canarias. Felicitarte María Eugenia por tu lucidez y claridad, algo de valorar en profesionales de la psicología. Me gusta mucho tu lenguaje simple y sabio al tiempo...enhorabuena y gracias por tus luces.
Importante seria poder recomendar tu ayuda a tantas y tantas personas que realmente necesitan crecer y avanzar .
Tu teléfono es posible?
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