martes, 10 de febrero de 2009

Marihuana y salud.


EM, Deporte y salud, 09-02-09.
Por el Dr. Mauricio Purto.

Más allá del tema valórico, es una contradicción sancionar la marihuana como dopaje, porque nadie hace trampa consumiendo una sustancia que debilita el rendimiento deportivo. Está suficientemente demostrado que la marihuana no aumenta el rendimiento deportivo. Por el contrario, lo limita.

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La foto de Michael Phelps fumando marihuana golpeó al ambiente deportivo y extradeportivo mundial. Un superatleta consumiendo psicotrópicos, un escándalo al punto de cuestionar la legitimidad de sus logros.

El Comité Olímpico Internacional incluye la marihuana en su lista de sustancias prohibidas, pero en esto hay una gran contradicción. Primero, la definición de dopaje: "Es la administración o el uso, por un atleta en competencia, de cualquier sustancia extraña al cuerpo, o cualquier sustancia fisiológica tomada en cantidad anormal o por una ruta anormal de entrada en el cuerpo, con la intención de aumentar de una manera artificial y dolosa el rendimiento en competición".

Esta definición apunta a la trampa química. Es decir, una sustancia que pretende dar la ansiada diferencia sobre los rivales. Como los pesistas, que aumentan su masa muscular con esteroides anabólicos; o los ciclistas, que se estimulan con derivados de la anfetamina; o los tiradores y el propanolol para bajar sus latidos cardíacos y estabilizar el pulso.

Sin embargo, la marihuana no aumenta el rendimiento deportivo. Muy por el contrario. El consumo de Delta-9 tetrahidrocanabinol, un alcohol y sus derivados, que son sus principios activos, pueden producir decaimiento de la velocidad de reacción, de la coordinación motora y de los reflejos, con trastornos de la percepción y vigilancia, en un estado de sedación y elación. Se pueden registrar también fallas en la memoria de corto plazo y alteraciones en la percepción del tiempo. En cuanto al ejercicio, hay una reducción del rendimiento máximo, con un prematuro arribo al consumo máximo de oxígeno, sin trastornos en el volumen de aire movilizado desde y hacia los pulmones o de la presión arterial.

El consumo de marihuana induce procesos antagónicos a la actividad deportiva, y es muy contraproducente en las altas competencias. Entonces, no hay trampa implícita, no hay dolo. Ergo: no es dopaje.

Emblemático es el caso del tablista, también norteamericano, oro en los Juegos Olímpicos de Invierno en Nagano, y que dio luego positivo por marihuana. El esquiador y su equipo arguyeron que sí fumó marihuana en una fiesta, uso recreacional, y no para rendir más, que su uso es peligroso para un descenso en tabla. Tras dilucidar, la medalla le fue restituida, sentando un precedente en el sentido de que el dopaje debe sancionar la trampa y no las conductas individuales o sociales.

Lo más probable es que ese y otros deportistas, como Phelps, consuman marihuana en una faceta recreacional. Si lo hicieron antes de la competencia, serían estúpidos superhombres. Estúpidos, por consumir algo que fehacientemente los perjudica en su rendimiento (y, en este caso, merecería una sanción de su propia federación); superhombres, porque a pesar de todo, ganaron. Pero en todo caso, y más allá de esta última y muy improbable suposición, estos campeones olímpicos no incurrieron en dopaje, como ningún consumidor de marihuana...

Y ese es un problema de ellos con su equipo médico o su psiquiatra, si es que acusan problemas.

Muchos deportistas consumen marihuana. Por cierto, no con el objetivo de ganar, sino que en una faceta "recreacional", como Phelps. Generalmente, si la competencia es inmediata o mediata, los exámenes delatarán su presencia o la de derivados, e igual serán vulnerables a sanciones por dopaje. Por lo mismo, en este consumo extradeportivo no hay fraude o engaño, porque no se está buscando una diferencia a favor; y la sanción podrá ser valórica, porque no es congruente con la vida de un atleta, pero no tendría que ser deportiva, pues no violenta el principio que funda el reglamento del COI.

En los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, la muerte del ciclista danés Kurt Enemar Jensen conmovió al ambiente olímpico. Jensen y dos compañeros habían tomado anfetaminas y Roniacol para mejorar su rendimiento en la carrera de cien kilómetros. Ahí partió el control de dopaje, para sancionar la trampa y proteger al deportista...

El tema es delicado porque muchas conductas van contra la ergogenicidad de una vida deportiva, tales como fumar tabaco, beber alcohol, consumir estimulantes o fumar marihuana. Según eso, la lista de dopaje sería infinita.

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