Revista Mujer, La Tercera, domingo 08-02-09.
Tenía 38 años cuando los médicos le dijeron que sufría de una enfermedad. Ya pasaron 20 años desde entonces y Susana Rodríguez quiso contarle al mundo que es posible hacer una vida normal siendo bipolar. Hace poco publicó sus vivencias y un siquiatra experto recomienda leerlas, porque son claves para sobrellevar el diagnóstico.
Por Verónica Marinao.
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"Aun loco hay que seguirle el juego", dice Susana Rodríguez (58), autora del libro Bipolares ¿Apocados u Optimistas? Ella es una ex profesora de ballet y ex conductora de televisión en Antofagasta y hace 20 años fue diagnosticada como bipolar. No dice "loco" en tono despectivo, porque ella ha aprendido que la locura no es un estado permanente y que, aunque no es contagiosa, nadie está libre. En su texto cuenta pasajes interesantes que relatan cómo es mejor seguirle la corriente a un enfermo: "Recuerdo en una crisis haber creído que hablaría inglés para siempre. Ridículo, ¿verdad? Qué más da. Nadie me trató de convencer de que eso no podía ser y alguien de mi familia hasta me respondió en ese idioma para complacerme", dice.
En otro párrafo refleja una más de sus experiencias particulares: "Una vez me obsesioné con la naturaleza. Según mi locura (de ese momento), podía alimentarme sólo a través de la respiración. Mi descontrolada siquis me convencía de que Dios me mantendría a través de ésta. Entonces mi hijo, de 14 años en esa época, me daba comida como si fuera una niña. Me decía: ‘Mamá, usted dice que Dios la alimenta con su oxígeno, con naturaleza. Bueno, esto es naturaleza’, y él me iba enumerando los alimentos. ‘¿Ve? Todo es naturaleza’, me insistía. Sencillamente, su amor permitió alimentarme", escribe en su libro esta mujer a quien le sorprende que hoy esté "de moda" decir que "tal persona es bipolar", sin conocer verdaderamente de qué trata esta enfermedad.
La autora del escrito cuenta que ha ayudado a gente (bipolar) que la llama para decirle que se va suicidar. "Les digo que me esperen, y me ha pasado que he llegado al lugar y veo que los familiares dicen: ‘Otra vez lo mismo’, y echan garabatos. Lo que no entienden es que esa persona está en otra y no necesita de ese enojo", enseña Susana. Por eso, es vital que los familiares investiguen bien acerca de esta enfermedad que antiguamente se conocía como enfermedad maniaco-depresiva. Ser bipolar significa que quienes la padecen, oscilan entre dos polos. Uno es la exaltación eufórica y durante esta fase, pueden no necesitar dormir en varios días; o gastar altas sumas de dinero en cosas que no comprarían en un estado normal; o bien, caer en delirios; o ponerse irritables, beligerantes y desarrollar ideas de grandeza. El otro polo es la tristeza patológica: aquí, les puede costar expresar y sentir emociones, y también ser invadidos por pensamientos suicidas. Claro que así como existen esos dos extremos, los bipolares pueden pasar también períodos de ánimo normal o eutimia.
Cualquiera de los tres estados tiene una duración variable: pueden extenderse por días, meses e, incluso, años. Lo importante es que mientras se prolongue esa fase, la familia del paciente debe estar fuerte. "Ésta tiene que defenderse de los comentarios y de la discriminación y aprender argumentos médicos, científicos y culturales. En ese sentido ayuda muchísimo saber que alrededor del 30% de los grandes genios de la cultura universal -Van Gogh, Picasso, Schuman, Tchaikovsky y Hemingway- han sufrido esta enfermedad", dice el reconocido siquiatra Pedro Retamal, especialista en el tema, profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y autor del libro Enfermedad Bipolar, entre otros más.
Susana ha pasado por períodos de euforia y el haber contado con el apoyo incondicional de su familia ha sido clave en esos instantes. Ella ha llegado a regalar impulsivamente cosas valiosas y no ha faltado la mano inescrupulosa que ha recibido gustosa los obsequios. Pero tanto su marido como sus hijos han estado dispuestos hacer la fuerza económica, ya que la bipolaridad es cara de costear.
Aunque en Chile existen libros de autoayuda sobre el tema, el de Susana Rodríguez es el primero escrito en primera persona. Tiene, entre muchos otros méritos, el de explicitar que alguien con este diagnóstico puede hacer una vida normal si sigue un tratamiento siquiátrico y farmacológico correcto, y si toma conciencia real de su enfermedad. Es decir, si acepta que existen peligros (como el suicidio) si abandona los medicamentos, por ejemplo. El mismo doctor Retamal leyó el texto de Susana, y sólo tiene elogios para sus páginas. "Lo recomiendo para los pacientes, para sus familiares y amigos. Van a poder entender cosas que pueden resultar incomprensibles y raras. (...) Ella le muestra al resto de los bipolares que, con un tratamiento, se puede conseguir una recuperación considerable o total. Y todo está contado en un lenguaje simple".
El doctor está en lo cierto. Susana Rodríguez explica con metáforas sencillas su condición y entrega una lección de vida en una frase: "La bipolaridad es lo que uno quiere que llegue a ser" y con eso quiere decir que lo fundamental es tomar conciencia de que se la padece. Ella aclara ésta no implica estar siempre fuera de sí. "Nosotros estamos mal bajo estos episodios mentales que están fuera de la normalidad, pero no estamos así todos los días. Esto es igual que una gripe: todos podemos tenerla y después de que se pasa estamos sanos. Pero eso no significa que no vayamos a contraerla. Lo importante es que cuando el paciente esté sano sepa que en cualquier momento puede venir una crisis, principalmente, si no se toma los fármacos. Hay gente que dice ‘no me los he tomado en una semana solamente, así es que no importa’. Pero resulta que esa laguna queda en las neuronas y puede afectar en un mes o dos meses más (...)". Por eso explica que cuando un bipolar está estable, debe decirles a sus parientes que cuando esté mal, es mejor que lo internen. "Sólo corremos menos riesgo de suicidio, porque lamentablemente existe esa voz interna y ese impulso", dice sobre el más grave peligro asociado.
En otro lenguaje, el doctor Retamal da un marco teórico a la comparación que Susana hace entre la bipolaridad y la gripe. Y lo hace desmintiendo que la enfermedad sea necesariamente crónica. "Crónica tiene el dejo de lo persistente, de lo permanente y de lo irrecuperable, y en este tipo de enfermedad, la mayoría de los casos no son crónicos. Son fásicas, es decir, tienen episodios que se pueden repetir, y el tratamiento impide precisamente la reaparición de estos. Los minimiza y las distancia entre sí. Entonces la manifestación de los síntomas es más suave y más soportable".
Inicialmente, Susana Rodríguez fue mal diagnosticada como esquizofrénica, pero afortunadamente, meses después, otro médico enmendó el error. El siquiatra Pedro Retamal explica que esa confusión ocurría con frecuencia hace unas décadas. "En su fase de euforia, la bipolaridad puede ser tan intensa, que el paciente tiene delirios y alucinaciones. Entonces es posible que se confunda con la esquizofrenia". Pero aclara que eso va en disminución en Chile y en todo el mundo hoy en día.
Otra equivocación es confundir la bipolaridad con una depresión monopolar (estar siempre triste). "Eso ocurre porque muchos pacientes consultan en estados depresivos y a veces los estados de aceleración son tan suaves, que son difíciles de diferenciar de la alegría normal", dice Retamal. Caer en estas imprecisiones es muy peligroso para el paciente, sobre todo, si se toma en cuenta que lo primordial para tratar una depresión bipolar son los estabilizadores del ánimo (litio y ácido valproico, entre otros), y no los antidepresivos.
Desde que Susana Rodríguez tuvo el diagnóstico correcto, comenzó un periplo para conocerse a sí misma. "Yo ahora reconozco que desde guagua lloraba mucho. Si me abrazaban fuerte, por ejemplo, lloraba. Hasta los 38 años, que fue cuando se me declaró la enfermedad, fui así. No era depresiva, pero sí emotiva desmedidamente. Un atardecer, la mirada de mi marido, o que él me tomara la mano, me emocionaba. Era hasta divertido para los demás, pero para mí no había un control emocional", cuenta.
A esa edad tuvo su primera crisis. Ella cree que fue gatillada en parte por el estrés laboral, pero también por una razón afectiva que prefiere no detallar. Sólo esboza que tuvo que ver con una amiga. "Yo era una persona romántica y nostálgica. Emocionalmente nunca maduré. Era tan sensible que todo el mundo me sobreprotegía y me dejaron vivir en un mundo de idealismo mágico que no existía. Y todos esos detalles se fueron cayendo y cuando tuve que enfrentar un hecho doloroso, con la ‘madurez’ de los 38, fue muy duro. Me descoloqué y no supe decir lo que sentía y ahí caí en este estado", cuenta sobre su primera crisis que la llevó hasta la internación. "Empecé con una sicosis: yo decía que iba a salvar al mundo y para mí eso era una realidad. Pero eso es una manía, porque uno raya con algo que está fuera de la realidad. Eso en el lenguaje común se llama locura y yo, esa vez, estuve internada como 11 días. Ahí se me hizo una hipnosis con la que revisé que siempre fui sumisa y complaciente, porque tenía temor a perder a las personas y a que no me quisieran. Eso es muy humano. Yo creo no poder cambiar (mi esencia), pero hoy día creo que puedo ir continuamente podando mi árbol y eso me permite deshacerme de aquellos que me perjudican".
Susana recuerda que hace 10 años tuvo su última depresión. "Es lo más terrible que puede haber. Es algo muy doloroso y angustiante. Había una voz que me llevaba a que me suicidara y yo no hablaba, porque la voz interna me decía que no lo hiciera, y cuando eso ocurre es una orden. Por eso, yo siempre les digo a mi esposo e hijos que si algún día, ni Dios quiera, lo hago, nadie tiene que sentirse culpable porque esto no tiene una lógica. Nadie tiene que sentirse culpable porque todos conmigo han sido una maravilla, una maravilla", cuenta Susana, quien no tiene religión, pero sí mucha fe y dice que la oración la ayuda mucho.
Es importante saber también que la euforia no sólo puede terminar en delirios y en una consecuente internación. También puede dar origen a procesos creativos. En una de las últimas crisis fuertes que tuvo Susana, estuvo tres días sin dormir. Durante este tiempo pintó un cuadro con dos niños aimaras. Era una imagen que se le vino a la cabeza y no pudo parar hasta que la terminó. Su habilidad con el pincel es algo que descubrió gracias a su diagnóstico. De hecho, la tapa de su libro está ilustrada con un conjunto de varios óleos hechos por ella. "Me siento orgullosa de mi enfermedad, porque me hizo darme cuenta de lo equivocada que estaba y de lo inmadura que era emocionalmente. De que todo lo ideal que creí que existía en la vida no era así, que mis condiciones innatas eran ciertas y que tenían valor. Que no tenía por qué tener miedo a la crítica: que por no haber ido a la universidad o al Bellas Artes yo no iba a poder pintar un cuadro. Creo que sin la bipolaridad no me podría haber llegado a conocer. Para algunas personas este mal llega a ser una cojera porque lo han visto sólo como enfermedad".
Su libro ahonda en este punto: "Si pudiera cambiar algo en mí, no tendría qué. La bipolaridad me ofreció todo lo que antes no tenía. (...). Es tan bonito caminar sin percibir quién me pueda estar reparando, es tan bello no arrancar de mis sentimientos. Un mendigo me parece un amigo; un drogadicto buscando salir de aquello, me mueve a conocerlo; a un inválido o a un ciego. No los veo desvalidos. La bipolaridad me insertó en el mundo de los especiales. Qué sería de mí sin haberla conocido... Tal vez estaría pensando, como antes lo hacía, en la estética, en conocer Europa sin haberme antes conocido. No me hubiera lanzado a plasmar un árbol en una tela", escribe.
Susana es socia fundadora del Taller de Pacientes Bipolares del Hospital El Salvador. "Ahí se cuentan experiencias de ayuda mutua. Yo hago de moderadora", explica esta mujer, quien se empeña en recordarles a los pacientes que sí se pueden torcer los inconvenientes de la enfermedad. Es verdad que algunos bipolares, aun habiendo estado medicados y con tratamiento siquiátrico -eso, además de contar con una familia buena detrás- no hayan sobrevivido a la situación. Pero he ahí la insistencia de Susana respecto de tomar conciencia de lo que implica la enfermedad. Sus vivencias están disponibles en la Librería Antártica y será presentado en la Biblioteca de Santiago el 8 de abril a las 18:30 horas.
Tenía 38 años cuando los médicos le dijeron que sufría de una enfermedad. Ya pasaron 20 años desde entonces y Susana Rodríguez quiso contarle al mundo que es posible hacer una vida normal siendo bipolar. Hace poco publicó sus vivencias y un siquiatra experto recomienda leerlas, porque son claves para sobrellevar el diagnóstico.
Por Verónica Marinao.
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"Aun loco hay que seguirle el juego", dice Susana Rodríguez (58), autora del libro Bipolares ¿Apocados u Optimistas? Ella es una ex profesora de ballet y ex conductora de televisión en Antofagasta y hace 20 años fue diagnosticada como bipolar. No dice "loco" en tono despectivo, porque ella ha aprendido que la locura no es un estado permanente y que, aunque no es contagiosa, nadie está libre. En su texto cuenta pasajes interesantes que relatan cómo es mejor seguirle la corriente a un enfermo: "Recuerdo en una crisis haber creído que hablaría inglés para siempre. Ridículo, ¿verdad? Qué más da. Nadie me trató de convencer de que eso no podía ser y alguien de mi familia hasta me respondió en ese idioma para complacerme", dice.
En otro párrafo refleja una más de sus experiencias particulares: "Una vez me obsesioné con la naturaleza. Según mi locura (de ese momento), podía alimentarme sólo a través de la respiración. Mi descontrolada siquis me convencía de que Dios me mantendría a través de ésta. Entonces mi hijo, de 14 años en esa época, me daba comida como si fuera una niña. Me decía: ‘Mamá, usted dice que Dios la alimenta con su oxígeno, con naturaleza. Bueno, esto es naturaleza’, y él me iba enumerando los alimentos. ‘¿Ve? Todo es naturaleza’, me insistía. Sencillamente, su amor permitió alimentarme", escribe en su libro esta mujer a quien le sorprende que hoy esté "de moda" decir que "tal persona es bipolar", sin conocer verdaderamente de qué trata esta enfermedad.
La autora del escrito cuenta que ha ayudado a gente (bipolar) que la llama para decirle que se va suicidar. "Les digo que me esperen, y me ha pasado que he llegado al lugar y veo que los familiares dicen: ‘Otra vez lo mismo’, y echan garabatos. Lo que no entienden es que esa persona está en otra y no necesita de ese enojo", enseña Susana. Por eso, es vital que los familiares investiguen bien acerca de esta enfermedad que antiguamente se conocía como enfermedad maniaco-depresiva. Ser bipolar significa que quienes la padecen, oscilan entre dos polos. Uno es la exaltación eufórica y durante esta fase, pueden no necesitar dormir en varios días; o gastar altas sumas de dinero en cosas que no comprarían en un estado normal; o bien, caer en delirios; o ponerse irritables, beligerantes y desarrollar ideas de grandeza. El otro polo es la tristeza patológica: aquí, les puede costar expresar y sentir emociones, y también ser invadidos por pensamientos suicidas. Claro que así como existen esos dos extremos, los bipolares pueden pasar también períodos de ánimo normal o eutimia.
Cualquiera de los tres estados tiene una duración variable: pueden extenderse por días, meses e, incluso, años. Lo importante es que mientras se prolongue esa fase, la familia del paciente debe estar fuerte. "Ésta tiene que defenderse de los comentarios y de la discriminación y aprender argumentos médicos, científicos y culturales. En ese sentido ayuda muchísimo saber que alrededor del 30% de los grandes genios de la cultura universal -Van Gogh, Picasso, Schuman, Tchaikovsky y Hemingway- han sufrido esta enfermedad", dice el reconocido siquiatra Pedro Retamal, especialista en el tema, profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y autor del libro Enfermedad Bipolar, entre otros más.
Susana ha pasado por períodos de euforia y el haber contado con el apoyo incondicional de su familia ha sido clave en esos instantes. Ella ha llegado a regalar impulsivamente cosas valiosas y no ha faltado la mano inescrupulosa que ha recibido gustosa los obsequios. Pero tanto su marido como sus hijos han estado dispuestos hacer la fuerza económica, ya que la bipolaridad es cara de costear.
Aunque en Chile existen libros de autoayuda sobre el tema, el de Susana Rodríguez es el primero escrito en primera persona. Tiene, entre muchos otros méritos, el de explicitar que alguien con este diagnóstico puede hacer una vida normal si sigue un tratamiento siquiátrico y farmacológico correcto, y si toma conciencia real de su enfermedad. Es decir, si acepta que existen peligros (como el suicidio) si abandona los medicamentos, por ejemplo. El mismo doctor Retamal leyó el texto de Susana, y sólo tiene elogios para sus páginas. "Lo recomiendo para los pacientes, para sus familiares y amigos. Van a poder entender cosas que pueden resultar incomprensibles y raras. (...) Ella le muestra al resto de los bipolares que, con un tratamiento, se puede conseguir una recuperación considerable o total. Y todo está contado en un lenguaje simple".
El doctor está en lo cierto. Susana Rodríguez explica con metáforas sencillas su condición y entrega una lección de vida en una frase: "La bipolaridad es lo que uno quiere que llegue a ser" y con eso quiere decir que lo fundamental es tomar conciencia de que se la padece. Ella aclara ésta no implica estar siempre fuera de sí. "Nosotros estamos mal bajo estos episodios mentales que están fuera de la normalidad, pero no estamos así todos los días. Esto es igual que una gripe: todos podemos tenerla y después de que se pasa estamos sanos. Pero eso no significa que no vayamos a contraerla. Lo importante es que cuando el paciente esté sano sepa que en cualquier momento puede venir una crisis, principalmente, si no se toma los fármacos. Hay gente que dice ‘no me los he tomado en una semana solamente, así es que no importa’. Pero resulta que esa laguna queda en las neuronas y puede afectar en un mes o dos meses más (...)". Por eso explica que cuando un bipolar está estable, debe decirles a sus parientes que cuando esté mal, es mejor que lo internen. "Sólo corremos menos riesgo de suicidio, porque lamentablemente existe esa voz interna y ese impulso", dice sobre el más grave peligro asociado.
En otro lenguaje, el doctor Retamal da un marco teórico a la comparación que Susana hace entre la bipolaridad y la gripe. Y lo hace desmintiendo que la enfermedad sea necesariamente crónica. "Crónica tiene el dejo de lo persistente, de lo permanente y de lo irrecuperable, y en este tipo de enfermedad, la mayoría de los casos no son crónicos. Son fásicas, es decir, tienen episodios que se pueden repetir, y el tratamiento impide precisamente la reaparición de estos. Los minimiza y las distancia entre sí. Entonces la manifestación de los síntomas es más suave y más soportable".
Inicialmente, Susana Rodríguez fue mal diagnosticada como esquizofrénica, pero afortunadamente, meses después, otro médico enmendó el error. El siquiatra Pedro Retamal explica que esa confusión ocurría con frecuencia hace unas décadas. "En su fase de euforia, la bipolaridad puede ser tan intensa, que el paciente tiene delirios y alucinaciones. Entonces es posible que se confunda con la esquizofrenia". Pero aclara que eso va en disminución en Chile y en todo el mundo hoy en día.
Otra equivocación es confundir la bipolaridad con una depresión monopolar (estar siempre triste). "Eso ocurre porque muchos pacientes consultan en estados depresivos y a veces los estados de aceleración son tan suaves, que son difíciles de diferenciar de la alegría normal", dice Retamal. Caer en estas imprecisiones es muy peligroso para el paciente, sobre todo, si se toma en cuenta que lo primordial para tratar una depresión bipolar son los estabilizadores del ánimo (litio y ácido valproico, entre otros), y no los antidepresivos.
Desde que Susana Rodríguez tuvo el diagnóstico correcto, comenzó un periplo para conocerse a sí misma. "Yo ahora reconozco que desde guagua lloraba mucho. Si me abrazaban fuerte, por ejemplo, lloraba. Hasta los 38 años, que fue cuando se me declaró la enfermedad, fui así. No era depresiva, pero sí emotiva desmedidamente. Un atardecer, la mirada de mi marido, o que él me tomara la mano, me emocionaba. Era hasta divertido para los demás, pero para mí no había un control emocional", cuenta.
A esa edad tuvo su primera crisis. Ella cree que fue gatillada en parte por el estrés laboral, pero también por una razón afectiva que prefiere no detallar. Sólo esboza que tuvo que ver con una amiga. "Yo era una persona romántica y nostálgica. Emocionalmente nunca maduré. Era tan sensible que todo el mundo me sobreprotegía y me dejaron vivir en un mundo de idealismo mágico que no existía. Y todos esos detalles se fueron cayendo y cuando tuve que enfrentar un hecho doloroso, con la ‘madurez’ de los 38, fue muy duro. Me descoloqué y no supe decir lo que sentía y ahí caí en este estado", cuenta sobre su primera crisis que la llevó hasta la internación. "Empecé con una sicosis: yo decía que iba a salvar al mundo y para mí eso era una realidad. Pero eso es una manía, porque uno raya con algo que está fuera de la realidad. Eso en el lenguaje común se llama locura y yo, esa vez, estuve internada como 11 días. Ahí se me hizo una hipnosis con la que revisé que siempre fui sumisa y complaciente, porque tenía temor a perder a las personas y a que no me quisieran. Eso es muy humano. Yo creo no poder cambiar (mi esencia), pero hoy día creo que puedo ir continuamente podando mi árbol y eso me permite deshacerme de aquellos que me perjudican".
Susana recuerda que hace 10 años tuvo su última depresión. "Es lo más terrible que puede haber. Es algo muy doloroso y angustiante. Había una voz que me llevaba a que me suicidara y yo no hablaba, porque la voz interna me decía que no lo hiciera, y cuando eso ocurre es una orden. Por eso, yo siempre les digo a mi esposo e hijos que si algún día, ni Dios quiera, lo hago, nadie tiene que sentirse culpable porque esto no tiene una lógica. Nadie tiene que sentirse culpable porque todos conmigo han sido una maravilla, una maravilla", cuenta Susana, quien no tiene religión, pero sí mucha fe y dice que la oración la ayuda mucho.
Es importante saber también que la euforia no sólo puede terminar en delirios y en una consecuente internación. También puede dar origen a procesos creativos. En una de las últimas crisis fuertes que tuvo Susana, estuvo tres días sin dormir. Durante este tiempo pintó un cuadro con dos niños aimaras. Era una imagen que se le vino a la cabeza y no pudo parar hasta que la terminó. Su habilidad con el pincel es algo que descubrió gracias a su diagnóstico. De hecho, la tapa de su libro está ilustrada con un conjunto de varios óleos hechos por ella. "Me siento orgullosa de mi enfermedad, porque me hizo darme cuenta de lo equivocada que estaba y de lo inmadura que era emocionalmente. De que todo lo ideal que creí que existía en la vida no era así, que mis condiciones innatas eran ciertas y que tenían valor. Que no tenía por qué tener miedo a la crítica: que por no haber ido a la universidad o al Bellas Artes yo no iba a poder pintar un cuadro. Creo que sin la bipolaridad no me podría haber llegado a conocer. Para algunas personas este mal llega a ser una cojera porque lo han visto sólo como enfermedad".
Su libro ahonda en este punto: "Si pudiera cambiar algo en mí, no tendría qué. La bipolaridad me ofreció todo lo que antes no tenía. (...). Es tan bonito caminar sin percibir quién me pueda estar reparando, es tan bello no arrancar de mis sentimientos. Un mendigo me parece un amigo; un drogadicto buscando salir de aquello, me mueve a conocerlo; a un inválido o a un ciego. No los veo desvalidos. La bipolaridad me insertó en el mundo de los especiales. Qué sería de mí sin haberla conocido... Tal vez estaría pensando, como antes lo hacía, en la estética, en conocer Europa sin haberme antes conocido. No me hubiera lanzado a plasmar un árbol en una tela", escribe.
Susana es socia fundadora del Taller de Pacientes Bipolares del Hospital El Salvador. "Ahí se cuentan experiencias de ayuda mutua. Yo hago de moderadora", explica esta mujer, quien se empeña en recordarles a los pacientes que sí se pueden torcer los inconvenientes de la enfermedad. Es verdad que algunos bipolares, aun habiendo estado medicados y con tratamiento siquiátrico -eso, además de contar con una familia buena detrás- no hayan sobrevivido a la situación. Pero he ahí la insistencia de Susana respecto de tomar conciencia de lo que implica la enfermedad. Sus vivencias están disponibles en la Librería Antártica y será presentado en la Biblioteca de Santiago el 8 de abril a las 18:30 horas.
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