domingo, 20 de diciembre de 2009

Psicología positiva: enfocarse en las propias virtudes es una poderosa herramienta para ser feliz.


EM., VCyT, 20-12-09.

Una nueva escuela propone no profundizar en lo que se hace mal, sino reforzar las habilidades. Éstas son algunas técnicas para lograrlo.

Gabriela Bade.


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Para estar bien hay que entrenar. Es decir, el bienestar no es un asunto divino o del azar, del destino o los genes, sino que es un trabajo personal y cotidiano. Ésa es la propuesta de la "psicología positiva" (PP), una escuela que rompe el enfoque tradicional de ir a resolver los problemas de las personas, y lo cambia por otro inverso: potenciar las habilidades de cada uno.

"La felicidad no es una consecuencia, sino que es la causa de una buena vida. Las personas felices gozan de mejor salud, tienden a tener mejores relaciones. Ése es un hallazgo de la psicología positiva", explica Claudio Ibáñez, psicólogo organizacional y fundador del Instituto Chileno de Inteligencia Emocional.

Ibáñez enfatiza que ese hallazgo no es fruto de una intuición, sino del uso del método científico, del estudio de las personas. Y de descubrir cómo las emociones positivas son disparadoras de efectos positivos para la vida y que por eso es deseable que cada persona viva estas emociones en mayor número que las negativas. La relación ideal es 3 a 1, de manera que lo negativo pasa a ser menos relevante.

De acuerdo a este enfoque, el bienestar individual depende un 10% de las circunstancias, un 50% de los genes y un 40% de cada persona. La idea de la PP es trabajar ese poderoso 40%.

¿Cómo se trabaja ahí? Martin Seligman, el máximo exponente de la psicología positiva, hizo una investigación en cuatro mil personas, y concluyó que existen 24 fortalezas básicas. Y éstas se pueden sintetizar en seis grupos: sabiduría y conocimiento; coraje; humanidad; justicia; moderación y trascendencia.

Del total, cinco se relacionan en mayor grado con la satisfacción con la vida que las otras 19, y éstas son gratitud, optimismo, entusiasmo, curiosidad y capacidad de amar y ser amado.

Justo con éstas es con que suele comenzar una psicoterapia. Ibáñez, quien es por ahora, posiblemente, el único especialista en Chile en trabajar con la PP, dice que esta disciplina propone una serie de ejercicios cotidianos para entrenar esas virtudes.

Y aquí propone cuatro:

Expresar gratitud: Consiste en dar las gracias por las cosas positivas que se tienen. Ibáñez cuenta que un ejercicio muy habitual es pedirle a un grupo de personas que haga una lista con las 10 cosas positivas que le han pasado en la última semana. "Ni el 10% llena esa pregunta. El ejercicio de la gratitud nos permite dirigir nuestro foco a las cosas positivas que nos pasan y que hacemos".

Evitar la rumiación: Darle vuelta una y otra vez a lo mismo sólo profundiza la pena, y no contribuye a resolver nada.

Practicar la generosidad: El altruismo incrementa las emociones positivas, porque ayuda mucho más al que da (porque se siente infinitamente mejor que el que recibe). Ibáñez cuenta de un ejercicio propuesto por un profesor de Harvard, Jerome Kagan. "Él sugiere comparar mentalmente la cantidad de actos criminales que ha habido en el día, con la cantidad de actos de generosidad. Se puede ver que el resultado es que la proporción de comportamientos positivos es con largueza mayor que los comportamientos antisociales".

Aprender a perdonar: Esto no implica condonación ni olvido ni reconciliación. El perdón es una actitud interior que implica experimentar frente al ofensor menos hostilidad y menos deseos de venganza. Las investigaciones muestran que las personas que perdonan experimentan menos depresiones, son menos hostiles y menos neuróticas.

Al final, la conclusión de la psicología positiva es que la salud mental "no es sólo la ausencia de problemas, sino que la presencia abundante de emociones positivas", termina Ibáñez.

Más felices.

Maritza Castelli, ingeniera civil, conoce el método. "Tuve polio, y cualquier emoción grande me provocaba estrés cerebral. Mi neuróloga me recomendó esta terapia. Ahora tengo las mismas circunstancias, pero lo que cambia radicalmente es cómo las enfrentas".

Jaime Avayú, gerente de Everlast, partió por la necesidad física de conciliar el sueño. Y a poco andar empezaron los cambios. "Mejoré en muchos aspectos. Aprendí a descifrar las intenciones de las personas. No es ver las cosas color de rosa. Es ver las cosas buenas, porque es conveniente hacerlo".

Teoría con respaldo.

El año pasado, el psicólogo Pablo Vera dirigió una investigación para medir los niveles de optimismo, satisfacción, apoyo social, autoestima y felicidad de un grupo de 57 personas. Un tercio eran enfermos de cáncer; otros habían tenido la enfermedad, y el resto estaba sano. Lo revelador es que no hubo diferencias significativas del optimismo entre uno y otro grupo. Es decir, se prueba que las circunstancias no hacen la felicidad.

Otro conocido estudio es uno que se practicó a una orden de religiosas norteamericanas. Si bien se hizo para investigar sobre el Alzheimer, se pudieron observar otras cosas interesantes. Una de ellas es que todas habían tenido una vida semejante, sin alcohol ni tabaco, pero aquellas cuyas autobiografías daban cuenta de más emociones positivas, vivían más años y en mejores condiciones de salud.

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