EM, lunes 8 de marzo de 2004.
Por Fernando Monckeberg Barros.
"A los tres años ya está decidido el futuro".
Por Fernando Monckeberg Barros.
"A los tres años ya está decidido el futuro".
---
Es durante los primeros tres años de vida cuando el medio ambiente imprime el límite de lo que más tarde podemos alcanzar, tanto en el desarrollo físico, como intelectual. Si el medio ambiente es lo suficientemente generoso, va a ser posible la expresión total de nuestras potencialidades genéticas. Por el contrario, si es adverso, en igual proporción se limitarán las expresiones de nuestros genes.
En esta edad el cerebro es muy plástico, de modo que mediante el ejercicio y aprendizaje, es posible desarrollar habilidades específicas sobresalientes, tanto físicas como intelectuales. Pero también es muy susceptible a los traumas emocionales (maltratos), y estímulos caóticos, pudiendo afectarse sus estructuras y funciones en forma permanente. Es durante los primeros tres años de vida (algunos lo extienden hasta los seis), cuando se realiza el proceso de "cableado cerebral", consistente en el establecimientos de conexiones entre las 100 mil millones de células cerebrales, mediante la extensión de miles de millones de interconexiones (sinapsis) necesarias para su funcionalidad como un todo. Hoy se sabe que el número y diversidad de conexiones que se establecen, dependen, más que de la genética, de la calidad y cantidad de estímulos provenientes del medio ambiente. Como éste es diferente para cada niño, el cableado del cerebro es también diferente, no habiendo dos cerebros iguales.
Es así que el abandono y la carencia de estimulación afectan seriamente el proceso de cableado y estructuración cerebral, reflejándose más tarde en una variedad de anormalidades, entre las que cabe destacar una significativa disminución de la capacidad intelectual. Ello ocurre frecuentemente en condiciones de pobreza crónica y distorsión de la estructura familiar. Durante esta etapa de gran aprendizaje, en que el niño comienza a explorar el mundo que lo rodea, se encuentra con un ambiente familiar gris y aplastante, que no estimula su imaginación ni exacerba su curiosidad. Es así como la limitación y calidad de la estimulación verbal, emocional y cognitiva, dañan la estructura cerebral. En esta etapa se requiere de variadas experiencias sensoriales, las que deben ser continuas, positivas, consistentes, predecibles y repetitivas. El mayor daño se produce por experiencias caóticas.
El potencial daño y su gravedad se pueden predecir con relativa precisión ya desde el momento de nacer, si se evalúa cada uno de los diversos factores adversos que estarán presentes en su entorno, como hijos no deseados, madres solteras menores de edad, bajo peso al nacer, baja escolaridad y bajo C.I. de los padres, ausencia del padre, inseguridad y desorden alimentario, pobreza extrema, cesantía, retraso en el crecimiento, violencia intrafamiliar, alcoholismo y drogadicción de los padres. Ellos se pueden evaluar por un simple cuestionario.
Conin, una corporación cuyo objetivo es la recuperación de estos niños, en su dilatada experiencia, ha podido evaluar el impacto de los diversos factores ambientales adversos, constatando que cuando la presencia de factores adversos es aditiva y además su acción se prolonga en el tiempo, pueden llegar a producir graves daños físicos e intelectuales, siendo muy difícil su recuperación. Según las estadísticas del Servicio de Salud, 25 mil niños menores de dos años, cada año, están bajo el impacto continuo de estos factores adversos. Considerando su número acumulativo anual, se puede concluir que constituyen un serio obstáculo para lograr el adecuado rendimiento del sistema educacional.
El abordar este problema requiere de un nuevo enfoque, que no sólo se restrinja a la recuperación de los daños, sino que además se oriente a la prevención de ellos. La implementación de la educación preescolar sin duda que ha sido un paso positivo, pero ello no basta, ya que el daño se ha producido en edades anteriores. Se requiere del diseño de un programa focalizado, con variedad de intervenciones según el tipo y gravedad de factores adversos a que puede estar sometido el niño, y que ellas se inicien ya a poco de nacer. Si no logramos contar con un recurso humano indemne, no serán posibles las metas de una educación moderna para todos, y con ello se alejarán nuestras esperanzas de alcanzar el desarrollo con igualdad de oportunidades.