ISIDORA MENA, Académica Escuela de Psicología UC.
"¡Salud, por los planes de Año Nuevo!", fue el brindis del miércoles a las 24:00. Y eso envalentonó a varios que contaron sus proyectos. Algunos eran de tipo laboral, otros involucraban cambios de actitud hacia la familia, planes de salud... "Yo no hago planes, vivo la vida como viene", dijo uno de los comensales. Al resto de ellos les molestó su tono descalificador.
Esas son dos filosofías de vida que, en los extremos, traen problemas de convivencia.
Personas que rígidamente planifican el minuto, ambiciosas, que abarcan mucho, trabajan con ahínco para que todo suceda y cuando no sale como esperaban, se ofuscan e increpan a quienes se interpusieron. Suponen que la suya es la "verdad" y, egocéntricos, quisieran que el mundo gire al son de su música.
En el otro extremo están esas personas que sin ambiciones ni planes viven el día aceptando lo que venga. Se ven flojos ante los ojos de otros y aportan casi solamente con su presencia. Normalmente son buenos conversadores, escuchan y disfrutan de la diversidad; son gozadores y cariñosos.
Difícil es vivir la cotidianidad con estos dos personajes. Uno produce pésimo clima y coerción; el otro es mal proveedor, incapaz de cuidar o ser parte responsable de un equipo con metas productivas. Cuando se juntan quedan furiosos. Se ven a sí mismos en sus caras opuestas, resaltándose su drama vital.
El ser humano naturalmente vive la tensión entre ser parte del flujo de la vida, adaptándose y disfrutando de lo que ella depara, y ser transformador de la realidad. Las religiones, el desarrollo personal y las terapias tienen justamente la misión de ayudar a equilibrar estos desafíos existenciales, ambos necesarios para una convivencia sana con uno mismo, la naturaleza y las demás personas.
La actitud para planificar el nuevo año y tomando en cuenta nuestras creencias de base influirán en el propio bienestar y en el de los que nos rodean. ¡Que el nuevo año sea feliz para todos!
"¡Salud, por los planes de Año Nuevo!", fue el brindis del miércoles a las 24:00. Y eso envalentonó a varios que contaron sus proyectos. Algunos eran de tipo laboral, otros involucraban cambios de actitud hacia la familia, planes de salud... "Yo no hago planes, vivo la vida como viene", dijo uno de los comensales. Al resto de ellos les molestó su tono descalificador.
Esas son dos filosofías de vida que, en los extremos, traen problemas de convivencia.
Personas que rígidamente planifican el minuto, ambiciosas, que abarcan mucho, trabajan con ahínco para que todo suceda y cuando no sale como esperaban, se ofuscan e increpan a quienes se interpusieron. Suponen que la suya es la "verdad" y, egocéntricos, quisieran que el mundo gire al son de su música.
En el otro extremo están esas personas que sin ambiciones ni planes viven el día aceptando lo que venga. Se ven flojos ante los ojos de otros y aportan casi solamente con su presencia. Normalmente son buenos conversadores, escuchan y disfrutan de la diversidad; son gozadores y cariñosos.
Difícil es vivir la cotidianidad con estos dos personajes. Uno produce pésimo clima y coerción; el otro es mal proveedor, incapaz de cuidar o ser parte responsable de un equipo con metas productivas. Cuando se juntan quedan furiosos. Se ven a sí mismos en sus caras opuestas, resaltándose su drama vital.
El ser humano naturalmente vive la tensión entre ser parte del flujo de la vida, adaptándose y disfrutando de lo que ella depara, y ser transformador de la realidad. Las religiones, el desarrollo personal y las terapias tienen justamente la misión de ayudar a equilibrar estos desafíos existenciales, ambos necesarios para una convivencia sana con uno mismo, la naturaleza y las demás personas.
La actitud para planificar el nuevo año y tomando en cuenta nuestras creencias de base influirán en el propio bienestar y en el de los que nos rodean. ¡Que el nuevo año sea feliz para todos!
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