Por Mauricio Purto.
El límite entre la estimulación médico-fisiológica y el dopaje puede ser muy fino. El deportista debe evitar caer en la trampa.
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¿Dónde termina la potenciación ergogénica del deportista y comienza el dopaje? ¿Cuál es límite de la estimulación fisiológica antes de caer en la trampa?
Los deportistas y su equipo recurren a una serie de artilugios -más allá de su entrenamiento- para lograr la ansiada diferencia sobre sus rivales. El foco está en producir más energía biológica o con la misma energía producir más y mejor movimiento. En fin, se trata de hacer más eficiente "la máquina del cuerpo".
Y así entramos al terreno de los ergogénicos. Ergogénico significa "generador de trabajo", y se refiere a artilugios o sustancias, y otras tretas, incluidas en cinco diferentes categorías: mecánicos o biomecánicos, psicológicos, nutricionales, fisiológicos y farmacológicos.
Una zapatilla, un ortésico, un traje para nadar, una terapia nutricional o fármacos pueden ser ergogénicos. Y el término suele aplicarse con una connotación sana de la estimulación deportiva. Sin embargo, hay ergogénicos farmacológicos que son dopaje.
Los ergogénicos farmacológicos son sustancias que consumidas por el deportista prometen mejorar su condición física y psíquica, en pos de un aumento de su rendimiento atlético. ¿Dónde se va más allá con el aporte de sustancias nutritivas, vitamínicas o energéticas? ¿Dónde se detiene la estimulación médico-fisiológica para llegar a convertirse en dopaje? La línea es fina y se traspasa fácilmente.
Dependiendo de la calidad y de la cantidad de la sustancia detectada en un deportista, y del motivo de su consumo, éste puede ser considerado dopaje. Las normativas antidopaje persiguen castigar la trampa y proteger al deportista de potenciales efectos secundarios nocivos.
Las variedades.
A través de los años muchas drogas han sido usadas por los atletas, incluyendo estimulantes, como las anfetaminas, la cocaína y la cafeína; o depresores, como el alcohol o los beta bloqueadores; o los estimuladores del crecimiento de tejidos humanos, como los esteroides anabólicos, la hormona del crecimiento o la eritropoyetina; y agentes misceláneos, como los diuréticos.
Todas las sustancias mencionadas son potencialmente dañinas, y en eso la dosis hace al veneno. El uso sostenido de anabólicos, por ejemplo, puede causar infertilidad; y el de la cocaína genera psicosis y cardiopatías, como el caso del ex futbolista Diego Maradona. Y no sólo eso...
En estos últimos casos, el diagnóstico de dopaje es claro. Pero hay ergogénicos y "ergogénicos"... Hay una zona oscura, turbia, de sustancias nuevas indetectables. Un juego macabro, maquiavélico, de ganar a toda costa. Un juego donde unos elaboran nuevas sustancias y otros, los mecanismos para detectarlas. Para lograr un desfase, un tiempo de latencia... Y usarlas a discreción... Un juego donde la vida importa poco, y menos el honor.
El límite entre la estimulación médico-fisiológica y el dopaje puede ser muy fino. El deportista debe evitar caer en la trampa.
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¿Dónde termina la potenciación ergogénica del deportista y comienza el dopaje? ¿Cuál es límite de la estimulación fisiológica antes de caer en la trampa?
Los deportistas y su equipo recurren a una serie de artilugios -más allá de su entrenamiento- para lograr la ansiada diferencia sobre sus rivales. El foco está en producir más energía biológica o con la misma energía producir más y mejor movimiento. En fin, se trata de hacer más eficiente "la máquina del cuerpo".
Y así entramos al terreno de los ergogénicos. Ergogénico significa "generador de trabajo", y se refiere a artilugios o sustancias, y otras tretas, incluidas en cinco diferentes categorías: mecánicos o biomecánicos, psicológicos, nutricionales, fisiológicos y farmacológicos.
Una zapatilla, un ortésico, un traje para nadar, una terapia nutricional o fármacos pueden ser ergogénicos. Y el término suele aplicarse con una connotación sana de la estimulación deportiva. Sin embargo, hay ergogénicos farmacológicos que son dopaje.
Los ergogénicos farmacológicos son sustancias que consumidas por el deportista prometen mejorar su condición física y psíquica, en pos de un aumento de su rendimiento atlético. ¿Dónde se va más allá con el aporte de sustancias nutritivas, vitamínicas o energéticas? ¿Dónde se detiene la estimulación médico-fisiológica para llegar a convertirse en dopaje? La línea es fina y se traspasa fácilmente.
Dependiendo de la calidad y de la cantidad de la sustancia detectada en un deportista, y del motivo de su consumo, éste puede ser considerado dopaje. Las normativas antidopaje persiguen castigar la trampa y proteger al deportista de potenciales efectos secundarios nocivos.
Las variedades.
A través de los años muchas drogas han sido usadas por los atletas, incluyendo estimulantes, como las anfetaminas, la cocaína y la cafeína; o depresores, como el alcohol o los beta bloqueadores; o los estimuladores del crecimiento de tejidos humanos, como los esteroides anabólicos, la hormona del crecimiento o la eritropoyetina; y agentes misceláneos, como los diuréticos.
Todas las sustancias mencionadas son potencialmente dañinas, y en eso la dosis hace al veneno. El uso sostenido de anabólicos, por ejemplo, puede causar infertilidad; y el de la cocaína genera psicosis y cardiopatías, como el caso del ex futbolista Diego Maradona. Y no sólo eso...
En estos últimos casos, el diagnóstico de dopaje es claro. Pero hay ergogénicos y "ergogénicos"... Hay una zona oscura, turbia, de sustancias nuevas indetectables. Un juego macabro, maquiavélico, de ganar a toda costa. Un juego donde unos elaboran nuevas sustancias y otros, los mecanismos para detectarlas. Para lograr un desfase, un tiempo de latencia... Y usarlas a discreción... Un juego donde la vida importa poco, y menos el honor.