Emol, miércoles, 21
de octubre de 2015
No hay sustitutos saludables para el consumo de
agua. Dependiendo de la edad y del sexo, el ser humano debe ingerir entre
2 y 3 litros de agua al día. En Chile, entre 1987 y 2007, el consumo diario de
bebidas aumentó de 116 cc diarios a 289 cc per cápita.
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Por miles de años el agua ha sido el principal
sustento de la vida de los seres humanos. Al menos, hasta que la revolución
industrial y el boom de la publicidad cambiaron nuestros hábitos. Hoy, luego de
un siglo de dura batalla con las bebidas procesadas, la tendencia parece volver
a lo "natural".
¿Por qué el agua?
La literatura a favor del agua es vasta: estudios y
estadísticas de las más variadas fuentes del mundo académico y corporativo
hablan sobre los beneficios del consumo de agua. No son propiedades
mágicas pero si considerables, entre las que se encuentran mantener el balance
de los fluidos del cuerpo, ayuda a controlar las calorías, ayuda a energizar y
optimizar la musculatura, mejora la apariencia y hidratación de la piel, ayuda
a conservar los riñones y a mantener la función normal intestinal, entre muchas
otros beneficios.
¿Cuánta agua tomar?
La OMS es clara: No hay sustitutos saludables para
el consumo de agua. Una opinión que es también unánime entre los
especialistas: la recomendación es tomar entre 2 y 3 litros de agua al día
dependiendo de la edad y del sexo. En términos más específicos, los
hombres mayores de 19 años deben tomar 3 litros y las mujeres sobre esta edad
2,2 litros diarios. Aproximadamente el 80% del agua diaria incorporada al
organismo proviene de la ingesta directa de agua. Un mecanismo que no sólo
es necesario para estar vivos: en un mundo donde la obesidad es una pandemia
que afecta al 30% de la población (adulta e infantil) es una de las soluciones
para mantener el peso a raya.
Agua vs. la industria mundial: "si no puedes
contra ellos, úneteles"
El amorío de Estados Unidos con las bebidas gaseosas
o "sodas" fue largo, intenso y el quiebre ha sido lento. Por más
de dos décadas las bebidas fueron la elección número uno con un consumo “peak”
de 204 litros por año en 1998, de acuerdo a los datos de Beverage Digest.
Desde esa fecha la tendencia ha ido retrocediendo. Hoy
la cifra se ubica en cerca de 166 litros anuales dependiendo de las fuentes,
que si bien aún es un número alto, representa una caída de cerca del 20% en dos
décadas. La inmensidad de recursos en marketing invertidos por grandes
compañías del rubro -las principales The Coca Cola Co. y PepsiCo- en lograr que
las personas beban más gaseosas en vez que agua embotelladas no ha sido capaz
de frenar el cambio.
Es por eso que la industria, siempre flexible y
atenta, dio un fuerte giro y se "apoderó" de los beneficios de lo
natural con su nuevo producto estrella: el agua embotellada, que según algunos
estudios sería hasta 2.000 veces más cara que el agua de la llave, a pesar de
que diversos análisis muestran que no sería ni más beneficiosa ni tiene mejor
sabor que la corriente.
El agua embotellada esta nueva tendencia con un
consumo de 79 litros por año. Además, es difícil estimar o rastrear el consumo
de agua de grifo, porque existen otros usos como la ducha o el lavado lavar de
platos y ropa, pero cuando se considera el consumo de agua embotellada y de
grifo juntos, se estima que éste comenzó a sobrepasar a las gaseosas con 219
litros el 2008 de acuerdo a Beverage Digest.
El consumidor de agua embotellada tiende a elegir
por precio, es decir, comprar la más barata, lo que presiona a las compañías a
mantener precios competitivos, impactando el margen o rentabilidad en esta
categoría e impulsándolas a recortar costos. Aún en el segundo lugar aparece el
agua de la llave, pese a que se espera que durante los próximos años su consumo
se dispare. Esto por la creciente relevancia que cobran factores que preocupan
a los compradores: la preocupación de los consumidores por la cantidad de
residuos que producen las botellas plásticas, las críticas a los efectos del
plástico sobre el contenido del producto, el ahorro de dinero, la nueva
percepción que el agua de grifo no tiene mal gusto, y últimamente la promoción
de su consumo por parte de la ciudades como es el caso de New York City y otras
ciudades.
Los expertos prevén que el consumo de agua se
mantendrá en el primer lugar en el mediano y largo plazo, pero es difícil
estimar si beberán del grifo o agua embotellada. De acuerdo a Michael Bellas,
CEO of Beverage Marketing Corp, el agua embotellada por si sola sobrepasará a
las gaseosas en las próximas décadas. Una cifra estremecedora, sobre todo si
consideramos que de acuerdo a Beverage Digest, las ventas de gaseosas en
Estados Unidos son 5 veces mayores que las de agua embotellada en términos de
ventas en dólares y sólo el doble en términos de volumen.
La triste radiografía del consumo en Chile
Según un estudio realizado en conjunto por el Centro
de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad
de Playa Ancha (Upla), y el Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos
(Inta) de la Universidad de Chile, entre 1987 y 2007 el consumo diario de
bebidas aumentó de 116 cc diarios a 289 cc per cápita. Es decir, en 20
años, los chilenos aumentaron el consumo de bebidas en un 151%.
Una tendencia que los expertos en salud critican y
relacionan de manera directa con los altos índices de obesidad que hay en
nuestro país. "Nuestro perfil alimentario no es bueno en este momento y
tenemos que hace un llamado a consumir productos más naturales, a volver a
nuestras preparaciones tradicionales, porque nuestra dieta tiene un alto
componente de productos ultraprocesados que son grandes aportadores de densidad
energética, grasas saturadas, azúcares agregados y sal", señala Mirta
Crovetto, decana de la facultad de Ciencias de la Salud de la Upla.
Según la especialista, esta triste radiografía es en
gran medida consecuencia de la falta de una información o educación alimentaria
en los hogares y las familias, que les permita hacer una elección más correcta
sobre los alimentos que necesitan. El problema -estima Crovetto- es que sin la
información y educación necesarias para modificar conductas, "es muy
difícil que podamos lograr cambios en un tiempo menor a 15 años".
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