lunes, 28 de septiembre de 2015

Conversar en clases no siempre tiene consecuencias negativas en el aprendizaje

El Mercurio, Educación, 28-091-15
Por Margherite Cordano F.

Según estudio canadiense los estudiantes que conversan en la clase desarrollan mayor sentido de pertenencia y aprovechan mejor la clase.

Yo, editor de este blog, se lo dije mucho a los profesores e inspectores cuando niño, pero no querían escuchar. Su respuesta era un cerro de estúpidas anotaciones negativas del tipo “conversa en clase”, “se para en clase”. Con ellas oprimieron y marcaron la escolaridad de muchos niños, estigmatizándonos y marginándonos como indisciplinados y conflictivos. Éramos niños por favor!!!

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Por un semestre, las investigadoras Catherine Rawn (Universidad de British Columbia) y Gillian Sandstrom (Universidad de Essex) pidieron a 242 alumnos canadienses llevar registro de todo aquello que conversaban en horas de clases: desde los comentarios que hacían sobre la materia, hasta los chismes que compartían con la persona que estaba a su lado.

Al final de cada período, los universitarios de primer año también debían completar cartillas en las que se les pedía evaluar el curso y el sentimiento de pertenencia que sentían hacia él. Para eso usaban una escala del uno al cinco.

"Los estudiantes que conversaban más que otros, tenían un mayor sentido de pertenencia y decían disfrutar mucho más de la clase", explica Rawn a "El Mercurio".

"Como académica tengo muy claro que escuchar a dos o más personas hablando puede considerarse una falta de respeto, pero descubrimos que este acto se relaciona con algo que los docentes valoran mucho, que es el sentido de comunidad", indica la psicóloga.

Para Natalia Salas, directora de Pedagogía Media en la Facultad de Educación de la Universidad Diego Portales, no es extraño que este mayor compromiso hacia la clase incida en el posterior resultado académico de los alumnos, como también sugiere la investigación canadiense.

"El estudio explica que el sentido de pertenencia no solo afecta la percepción que se tiene de la clase, sino que repercute en el desempeño dentro de ella. Y eso no es algo raro si pensamos que las creencias efectivamente afectan las cosas que hacemos", plantea la académica. Según explica, en el último tiempo, varias instituciones en el mundo han decidido desechar la imagen del aula donde solo habla el profesor, para dar paso a una donde prima la discusión entre todos.

"Hay espacios específicos dentro de la cotidianeidad de la clase para conversar y contar a los compañeros lo que se está pensando y las hipótesis que emergen. Tiene mucho que ver con la creación de una cultura de clase fuerte, donde conviven estudiantes con altas expectativas, que aprenden a autorregularse y generar un sentido de comunidad", explica Salas.

Se interactúa no para molestar o interrumpir, sino que para crear un colectivo de aprendizaje, agrega Jaime Retamal, académico del Departamento de Educación de la Universidad de Santiago.

"El concepto es crear comunidades y ambientes de aprendizaje propicios, en los que la conversación de todos con todos se hace en vistas al progreso comprensivo. Es evidente que un ambiente así de creativo no tiene al viejo y aburrido silencio de su parte".

Nueva dirección

Si bien se tilda de positivo que los alumnos interactúen unos con otros, Catherine Rawn entiende que cuando esto no es bien supervisado, el conversar puede salirse de las manos y comenzar a ser visto como falta de disciplina. "Lo que hago en clases es tratar de aprovechar la cháchara -"chitchat", le llama ella- con fines de aprendizaje. Las conversaciones entre alumnos van a suceder de todas formas, entonces en vez de retarlos porque hablan, trato de redireccionar el sentido que estas tienen", dice.

Bajo la lógica de que los alumnos van a conversar de cualquier modo, otro consejo de Rawn es que los profesores no se ofendan cuando esto suceda.

"Tomen un respiro, no siempre asuman que es algo negativo y no reaccionen de sobremanera", plantea como sugerencia.

"Hoy, los estudiantes van a la escuela porque quieren comprender el todo de su propia experiencia vital; quieren encontrar la forma de interpretar lo que les sucede rápidamente, para entenderlo y así transformar el mundo en el que viven. No quieren que sus perspectivas sean absorbidas por una experiencia escolar de corte academicista, sino que preferirían que sirvieran, como en un laboratorio o comunidad científica, para una experiencia mayor, más útil, productiva y transformadora. En ese proceso de confianza y de construcción del conocimiento mediante un aprendizaje activo, la conversación es vital", cree Retamal.

Para Natalia Salas, esta perspectiva de la escuela se aplica tanto en estudiantes de básica como en los de media, además de en aquellos que cursan la educación superior.

"Desde niños se construye esta sensación de agrado que en el estudio se asocia al compartir con otro y a la mayor motivación por una clase", indica la profesora.

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