Melancolía y depresión.
Jorge Peña.
EM, AyL, domingo 18 de febrero de 2007.
La melancolía es un fenómeno reconocido desde hace mucho tiempo. La teología moral clásica la vincula con el pecado de acedia, término derivado de la palabra "akedia" que de modo impropio y trivial -por no reflejar su auténtico contenido conceptual- ha sido traducido por pereza. Se trata de una especie de profunda tristeza del alma respecto de todo proyecto e ideal humano. Es una tristeza paralizante que descorazona, y como mero efecto secundario desemboca en pereza. Lo opuesto a la acedia no es la laboriosidad sino la magnanimidad. No se tiene el ánimo ni la voluntad de llegar a ser el que se es, se desecha toda aspiración y ambición, y Dios no debería llamarnos a superarnos sino que nos debe dejar en paz, desechando toda aspiración y ambición.Ya Freud advirtió que el neurótico superficialmente desea curarse, porque en el fondo lo que más teme es la responsabilidad que se le exige a una persona sana. La acedia es lo que Kierkegaard llamó "la desesperación de la debilidad", estado previo a la desesperación, que consiste en el "desesperado no querer ser uno mismo": una especie de humildad pervertida. Anteriormente Tomás de Aquino había considerado a la desesperación como la hija legítima de la acedia, aunque no la única. Realiza una notable fenomenología de las hijas de la acedia y hermanas de la desesperación: vagabunda inquietud del espíritu ("evagatio mentis"), abundancia de palabras en la conversación ("verbositas"), afán de novedades ("curiositas"), dispersión del espíritu en diversas cosas ("importunitas"), falta de sosiego interior ("inquietudo"). Todos estos conceptos se repiten en el análisis heideggeriano de la cotidianeidad, aunque no logre calar en la significación religiosa de la acedia: charlatanería, huida de sí mismo, curiosidad, dispersión, falta de reposo.
Sin embargo el significado de la melancolía ha cambiado en nuestro tiempo. El repentino sentimiento de pérdida de sentido, central en la acedia o "ennui", se daba anteriormente en un contexto donde el significado de las cosas estaba fuera de duda. Dios estaba presente, el bien y el mal se distinguían con claridad, y nadie ponía en duda lo que se exigía de nosotros aunque nos sintiéramos incapaces de vivirlo. La persona se sentía excluida de todo esto, se consideraba como exiliada. Pero la melancolía en contexto moderno ha cambiado de signo. Como ha advertido Charles Taylor, ahora se da en un mundo del que han desaparecido las garantías del sentido, donde todas las fuentes tradicionales, teológicas, metafísicas, históricas, pueden ser cuestionadas. La melancolía entonces adopta una nueva forma: no se trata ya de un sentimiento de rechazo y exilio respecto a un cosmos de significados incuestionables, sino el descubrimiento final del agotamiento de la última ilusión de sentido. La primera tiene carácter individual, me afecta a mí, pero sobre el fondo de un cosmos lleno de sentido del que perversamente me siento incapaz de incorporarme; la segunda afecta a todo y a todos, y se toca fondo, por así decirlo, cuando incluso se pierde la noción de aquello que se ha perdido. Es la gran amenaza contemporánea: la ausencia de sentido. Cuando se eclipsa la noción de un orden garantizado en el que la esperanza pueda triunfar, cuando predomina un relativismo igualitario que no discierne con nitidez entre el bien y el mal, algunos se refugiarán en la falta de sentido de las cosas para no luchar y afrontar el mal, e incluso para revestirlo de oropeles estéticos. Porque hay algo más importante que "conocer la vida", y es conocer el sentido de la vida.
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Temperamentos.
Jorge Peña.
EM, AyL, domingo 18 de febrero de 2007.
La melancolía es un fenómeno reconocido desde hace mucho tiempo. La teología moral clásica la vincula con el pecado de acedia, término derivado de la palabra "akedia" que de modo impropio y trivial -por no reflejar su auténtico contenido conceptual- ha sido traducido por pereza. Se trata de una especie de profunda tristeza del alma respecto de todo proyecto e ideal humano. Es una tristeza paralizante que descorazona, y como mero efecto secundario desemboca en pereza. Lo opuesto a la acedia no es la laboriosidad sino la magnanimidad. No se tiene el ánimo ni la voluntad de llegar a ser el que se es, se desecha toda aspiración y ambición, y Dios no debería llamarnos a superarnos sino que nos debe dejar en paz, desechando toda aspiración y ambición.Ya Freud advirtió que el neurótico superficialmente desea curarse, porque en el fondo lo que más teme es la responsabilidad que se le exige a una persona sana. La acedia es lo que Kierkegaard llamó "la desesperación de la debilidad", estado previo a la desesperación, que consiste en el "desesperado no querer ser uno mismo": una especie de humildad pervertida. Anteriormente Tomás de Aquino había considerado a la desesperación como la hija legítima de la acedia, aunque no la única. Realiza una notable fenomenología de las hijas de la acedia y hermanas de la desesperación: vagabunda inquietud del espíritu ("evagatio mentis"), abundancia de palabras en la conversación ("verbositas"), afán de novedades ("curiositas"), dispersión del espíritu en diversas cosas ("importunitas"), falta de sosiego interior ("inquietudo"). Todos estos conceptos se repiten en el análisis heideggeriano de la cotidianeidad, aunque no logre calar en la significación religiosa de la acedia: charlatanería, huida de sí mismo, curiosidad, dispersión, falta de reposo.
Sin embargo el significado de la melancolía ha cambiado en nuestro tiempo. El repentino sentimiento de pérdida de sentido, central en la acedia o "ennui", se daba anteriormente en un contexto donde el significado de las cosas estaba fuera de duda. Dios estaba presente, el bien y el mal se distinguían con claridad, y nadie ponía en duda lo que se exigía de nosotros aunque nos sintiéramos incapaces de vivirlo. La persona se sentía excluida de todo esto, se consideraba como exiliada. Pero la melancolía en contexto moderno ha cambiado de signo. Como ha advertido Charles Taylor, ahora se da en un mundo del que han desaparecido las garantías del sentido, donde todas las fuentes tradicionales, teológicas, metafísicas, históricas, pueden ser cuestionadas. La melancolía entonces adopta una nueva forma: no se trata ya de un sentimiento de rechazo y exilio respecto a un cosmos de significados incuestionables, sino el descubrimiento final del agotamiento de la última ilusión de sentido. La primera tiene carácter individual, me afecta a mí, pero sobre el fondo de un cosmos lleno de sentido del que perversamente me siento incapaz de incorporarme; la segunda afecta a todo y a todos, y se toca fondo, por así decirlo, cuando incluso se pierde la noción de aquello que se ha perdido. Es la gran amenaza contemporánea: la ausencia de sentido. Cuando se eclipsa la noción de un orden garantizado en el que la esperanza pueda triunfar, cuando predomina un relativismo igualitario que no discierne con nitidez entre el bien y el mal, algunos se refugiarán en la falta de sentido de las cosas para no luchar y afrontar el mal, e incluso para revestirlo de oropeles estéticos. Porque hay algo más importante que "conocer la vida", y es conocer el sentido de la vida.
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Temperamentos.
Andrenio.
EM, Día a día.
Sábado 17 de febrero de 2007.
En estos tiempos -dice Critilo-, en que nos preguntamos por qué las gentes son tan distintas entre sí, y tan irreconciliables sus intereses, bueno es recordar a los antiguos. Para ellos, había cuatro temperamentos fundamentales. Heinrich von Laufenberg, en su obra "Regimen", publicada en 1429, mostraba al sanguíneo, amante de la vida, tocando el laúd. El dibujo del colérico, belicoso e irascible, lo mostraba espada en mano. Al flemático se le veía indolente, sin hacer nada. Y al melancólico solía presentárselo como un erudito, ante un libro de viejo saber.
Sobre los melancólicos se escribió y pensó más que sobre los otros. Aristóteles vinculaba la melancolía a la genialidad. Albrecht Dürer, en un cuadro famoso de 1514, la mostró como un ángel defraudado de todo, ajeno a las fuentes de placer que yacen a su lado. Pero ya esas mismas fuentes de placer, por abandonadas que parezcan, revelan las aficiones del ángel.
Sigue siendo útil, necesario e interesante clasificar a las personas. Ni la moderna psicología escapa a los errores. Pero el pasado sigue siendo fuente de inspiraciones.
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VYS, Miércoles 27 de febrero de 2008.
Fluoxetina, venlafaxina, nefazodona y paroxetina:
Estudio pone en duda la real efectividad de los antidepresivos.
Análisis concluye que sólo se justifica indicar antidepresivos de última generación a personas con depresiones muy severas.
Tomar un antidepresivo de última generación puede ser casi tan inefectivo como un caramelo, si se quiere tratar una depresión moderada o severa.
Al menos así se desprende de un estudio que analizó los resultados de 47 investigaciones hechas por laboratorios farmacéuticos para probar la efectividad de cuatro antidepresivos de la familia de los "inhibidores de la recaptación de la serotonina" (SSRI, por sus siglas en inglés): fluoxetina (Prozac), venlafaxina, nefadozona y paroxetina.
El análisis fue publicado ayer en la revista "PLoS Medicine" por un equipo de investigadores de universidades británicas, canadienses y estadounidenses.
Los resultados confirman estudios previos que cuestionaban la baja efectividad de los SSRI. Estos fármacos corresponden a la generación más nueva de antidepresivos.
Otras clases de fármacos para tratar este trastorno, que afectará a una de cada seis personas alguna vez en su vida, son los fármacos tricíclicos y los inhibidores de las monoaminas oxidasas.
Casi un placebo.
Los investigadores analizaron los resultados de todos los estudios presentados entre 1987 y 1999 a la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) por los laboratorios que estaban solicitando la aprobación de los cuatro antidepresivos mencionados.
En estos estudios se compara la respuesta de personas que están tomando el fármaco con la de otras que están recibiendo pastillas iguales, pero sin efecto terapéutico (placebo).
"La diferencia entre la mejoría de los pacientes que toman placebo y los que toman andepresivos no es muy grande", dijo el profesor Irving Kirsch, de la Universidad de Hull (Inglaterra) y director del estudio.
Para que se considere un beneficio clínico significativo, la diferencia entre quienes toman un antidepresivo y quienes consumen placebo debe ser de 0,5. En promedio, esta diferencia fue 0,32. "La eficacia es significativa sólo en los análisis que involucraban a los pacientes más extremadamente deprimidos", dice el estudio. Sin embargo, aclaran que esto no se debería a que los antidepresivos sean más efectivos en ellos, sino a que respondieron menos al placebo.
"Dados estos resultados, parece que hay pocas razones para prescribir antidepresivos a las personas, excepto los pacientes más severamente deprimidos, a menos que las otras alternativas de tratamiento no hayan logrado beneficios", señalan los autores.
Precacución.
"Estos resultados deben considerarse con mucha delicadeza", advierte el doctor Luis Risco, psiquiatra de la Universidad de Chile y de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía (Sonepsyn).
Esto, señala, porque cuando se hacen metaanálisis (análisis de varios estudios), "los datos tienden a forzarse para hacerlos comparables, lo que constituye una especie de distorsión".
A esto, agrega, se suma el hecho de que en muchos estudios de fármacos se incluye a pacientes con depresión provocada por trastornos emocionales y a otros en que la causal es neurobiológica, es decir, provocada por desequilibrios de la química cerebral que regula los estados anímicos.
"Los antidepresivos sólo son efectivos cuando el paciente tiene un trastorno neurobiológico de base", aclara el doctor Risco. En cambio, si la depresión ha sido gatillada por un problema emocional, el tratamiento es psicoterapia y tranquilizantes.
"Hay síntomas como alteraciones en los patrones de sueño y otros signos que permiten identificar a una persona con depresión de base biológica. En ellos, los antidepresivos empiezan a hacer efecto tres a seis semanas después de iniciar su uso y -a diferencia de lo que dicen los datos de laboratorio- en ellos los resultados son muy positivos", concluye el psiquiatra.
Datos ocultos.
Los estudios analizados por el equipo del doctor Kirsch incluyen todas las investigaciones presentadas por los laboratorios a la FDA, hayan sido publicados en revistas científicas o no, lo que hace menos sesgados los resultados obtenidos.
Hace un mes en la revista "New England Journal of Medicine" se reveló que, en el 94% de los estudios de antidepresivos publicados en revistas médicas, los antidepresivos funcionan mucho mejor que el placebo. Pero si se consideran también los análisis que no se hicieron públicos, ese porcentaje baja a 51%.
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VyS, 01-04-08.
Psiquiatras advierten riesgos:
Bipolares suelen pasar inadvertidos.
El diagnóstico de este trastorno a menudo se confunde con depresión mayor.
Los actores Jim Carrey y Carrie Fisher y los músicos Jimi Hendrix y Kurt Cobain son algunas celebridades que han sido diagnosticadas con desorden bipolar. Sin embargo, muchos que tienen este mismo cuadro no sólo son personas anónimas, sino que su propia enfermedad no ha sido reconocida.
"Uno de los aspectos más graves de la depresión bipolar es el error en el diagnóstico, esencialmente porque se confunde con una depresión mayor y se trata sólo con antidepresivos", explica el doctor José Bitrán, director del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile. El experto advierte que "lo fundamental en el tratamiento del trastorno bipolar es combinar los antidepresivos con fármacos estabilizadores del ánimo, que deben usarse a diario y de por vida". Si al errar el diagnóstico se usan sólo antidepresivos, aumenta el riesgo de provocar daños a nivel biológico y cognitivo, agrega.
El tema se discutió en el simposio Depresión Bipolar, Pensando en el Tratamiento a Largo Plazo, organizado en Santiago.
En la ocasión, el doctor Joseph Calabrese, director del Programa de Desórdenes del Ánimo de la Universidad de Case Western (EE.UU.), señaló que "cerca del 20% de las personas con depresión mayor recurrente en realidad tendría trastorno bipolar". Según el experto, "si una persona tiene dos o tres episodios de depresión en un año, es fundamental buscar en su historia si alguna vez tuvo un episodio maniaco".
Aunque en el desorden bipolar domina la fase depresiva, descubrir al menos uno de esos episodios de euforia es clave para hacer el diagnóstico diferenciador. "La euforia puede ir desde una fase de optimismo o bienestar exacerbado, hasta conductas audaces o desinhibidas", describe el doctor Bitrán.
La dificultad en el diagnóstico se debe principalmente a que como el paciente llega a consultar en estado de depresión, es improbable que recuerde fases de optimismo o energía.
Hacer una exhaustiva carta de vida retrospectiva del paciente es clave para llegar al diagnóstico correcto, coinciden los especialistas. En cuanto a los fármacos, esta semana se lanzará en Chile una nueva indicación del fármaco Seroquel, que permite tratar ambos polos de la enfermedad.
Pacientes.
Carrie Fisher fue diagnosticada con trastorno bipolar a los 24 años, pero inició el tratamiento a los 28. En general, un tercio de los pacientes busca tratamiento sólo 10 años después de los primeros síntomas y tarda 8 años en llegar al diagnóstico correcto.
Jimi Hendrix: "Maniac Depression has captured my soul", dice la letra de uno de los temas del músico, que terminó sus días a causa de una sobredosis. "Hasta el 29% de los pacientes bipolares no tratados se suicida", destaca el doctor Joseph Calíbrese.
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VyS, Martes 7 de agosto de 2007.
Psiquiatra alemán Thomas Fuchs:
"Los enfermos depresivos sienten que el tiempo pasa más lento".
El médico vino a Chile para referirse a su enfoque sobre esa enfermedad, que la ve como un trastorno de la temporalidad.
Diversos estudios han medido la percepción del tiempo que tienen las personas con depresión. "Se les pregunta cuánto creen que duró un determinado intervalo y sus respuestas muestran que a ellos les parece mucho más largo de lo que fue y de lo que responden las personas normales", afirma el psiquiatra y filósofo alemán Thomas Fuchs, profesor de la Clínica Psiquiátrica de la U. de Heidelberg.
Fuchs estuvo en Chile para participar en el simposio "Avances en Psiquiatría Clínica", que se realizó en la Clínica Alemana durante el fin de semana. Allí planteó su enfoque sobre la depresión, que la ve no sólo como un trastorno del ánimo sino también de la percepción de la temporalidad.
"Los pacientes reportan que los días, las horas y los minutos se les hacen interminables", grafica Fuchs. Y no sólo eso. Se produce también una detención en el tiempo, pues "se da una 'rumiación', una reiteración continua de los contenidos del pensamiento".
La atención del enfermo depresivo, agrega, se centra en el pasado, "lo que suele ir acompañado de sentimientos de culpa y de angustia por lo que se hizo o se dejó de hacer; una persona sana, en cambio, se centra mucho más en el presente y en el futuro".
Aún no existe una explicación neurobiológica de este trastorno de la percepción de la temporalidad, explica Fuchs, pero sí podría asociarse con los ritmos endógenos del cerebro. "Con la depresión, casi todos los ritmos circadianos se alteran: el sueño-vigilia, los ritmos hormonales, etc.".
La alteración de la percepción de la temporalidad afecta también las relaciones del enfermo con los otros. "En todas las formas de comunicación hay ritmos y códigos de temporalidad: cuánto habla uno y cuánto el otro, por ejemplo. Con la depresión, se alteran estas sincronizaciones; se altera la ritmicidad del diálogo. Por eso, los enfermos depresivos son percibidos por los otros como inalcanzables, como petrificados".
A esto se suman las alteraciones en otros aspectos de la vida, como el ritmo laboral. "Los enfermos sienten que están en un desfase, que no alcanzar a llegar a tiempo adonde todos llegan".
Por eso, agrega Fuchs, es importante que la psicoterapia contemple la recuperación de los ritmos sociales. Para ello, debe darse un período de recuperación para el paciente, en el cual se retire de sus actividades. "La idea es que pueda readaptarse gradualmente al curso normal del tiempo, con la menor cantidad de presiones posible.
"En estas faceta habría que aflojar la restricción corporal y la ansiedad, lo que se logra a través de medicamentos, pero también con el alivio de las tareas diarias que sobrepasan las capacidades del paciente", dice el psiquiatra. La terapia debe permitir al paciente la resincronización gradual de los ritmo internos e internos. "Debe ir retomando poco a poco los horarios normales.
Luego, en una fase de activación, "se debe ayudar al paciente a orientarse hacia metas futuras; que pueda ir pensando en nuevos proyectos".
REALIDAD LOCAL 8% de los adultos en Chile padecería de algún tipo de depresión. Y el 42% dice "sentirse" deprimido, según una encuesta de la Superintendencia de Salud.
EM, Día a día.
Sábado 17 de febrero de 2007.
En estos tiempos -dice Critilo-, en que nos preguntamos por qué las gentes son tan distintas entre sí, y tan irreconciliables sus intereses, bueno es recordar a los antiguos. Para ellos, había cuatro temperamentos fundamentales. Heinrich von Laufenberg, en su obra "Regimen", publicada en 1429, mostraba al sanguíneo, amante de la vida, tocando el laúd. El dibujo del colérico, belicoso e irascible, lo mostraba espada en mano. Al flemático se le veía indolente, sin hacer nada. Y al melancólico solía presentárselo como un erudito, ante un libro de viejo saber.
Sobre los melancólicos se escribió y pensó más que sobre los otros. Aristóteles vinculaba la melancolía a la genialidad. Albrecht Dürer, en un cuadro famoso de 1514, la mostró como un ángel defraudado de todo, ajeno a las fuentes de placer que yacen a su lado. Pero ya esas mismas fuentes de placer, por abandonadas que parezcan, revelan las aficiones del ángel.
Sigue siendo útil, necesario e interesante clasificar a las personas. Ni la moderna psicología escapa a los errores. Pero el pasado sigue siendo fuente de inspiraciones.
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VYS, Miércoles 27 de febrero de 2008.
Fluoxetina, venlafaxina, nefazodona y paroxetina:
Estudio pone en duda la real efectividad de los antidepresivos.
Análisis concluye que sólo se justifica indicar antidepresivos de última generación a personas con depresiones muy severas.
Tomar un antidepresivo de última generación puede ser casi tan inefectivo como un caramelo, si se quiere tratar una depresión moderada o severa.
Al menos así se desprende de un estudio que analizó los resultados de 47 investigaciones hechas por laboratorios farmacéuticos para probar la efectividad de cuatro antidepresivos de la familia de los "inhibidores de la recaptación de la serotonina" (SSRI, por sus siglas en inglés): fluoxetina (Prozac), venlafaxina, nefadozona y paroxetina.
El análisis fue publicado ayer en la revista "PLoS Medicine" por un equipo de investigadores de universidades británicas, canadienses y estadounidenses.
Los resultados confirman estudios previos que cuestionaban la baja efectividad de los SSRI. Estos fármacos corresponden a la generación más nueva de antidepresivos.
Otras clases de fármacos para tratar este trastorno, que afectará a una de cada seis personas alguna vez en su vida, son los fármacos tricíclicos y los inhibidores de las monoaminas oxidasas.
Casi un placebo.
Los investigadores analizaron los resultados de todos los estudios presentados entre 1987 y 1999 a la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) por los laboratorios que estaban solicitando la aprobación de los cuatro antidepresivos mencionados.
En estos estudios se compara la respuesta de personas que están tomando el fármaco con la de otras que están recibiendo pastillas iguales, pero sin efecto terapéutico (placebo).
"La diferencia entre la mejoría de los pacientes que toman placebo y los que toman andepresivos no es muy grande", dijo el profesor Irving Kirsch, de la Universidad de Hull (Inglaterra) y director del estudio.
Para que se considere un beneficio clínico significativo, la diferencia entre quienes toman un antidepresivo y quienes consumen placebo debe ser de 0,5. En promedio, esta diferencia fue 0,32. "La eficacia es significativa sólo en los análisis que involucraban a los pacientes más extremadamente deprimidos", dice el estudio. Sin embargo, aclaran que esto no se debería a que los antidepresivos sean más efectivos en ellos, sino a que respondieron menos al placebo.
"Dados estos resultados, parece que hay pocas razones para prescribir antidepresivos a las personas, excepto los pacientes más severamente deprimidos, a menos que las otras alternativas de tratamiento no hayan logrado beneficios", señalan los autores.
Precacución.
"Estos resultados deben considerarse con mucha delicadeza", advierte el doctor Luis Risco, psiquiatra de la Universidad de Chile y de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía (Sonepsyn).
Esto, señala, porque cuando se hacen metaanálisis (análisis de varios estudios), "los datos tienden a forzarse para hacerlos comparables, lo que constituye una especie de distorsión".
A esto, agrega, se suma el hecho de que en muchos estudios de fármacos se incluye a pacientes con depresión provocada por trastornos emocionales y a otros en que la causal es neurobiológica, es decir, provocada por desequilibrios de la química cerebral que regula los estados anímicos.
"Los antidepresivos sólo son efectivos cuando el paciente tiene un trastorno neurobiológico de base", aclara el doctor Risco. En cambio, si la depresión ha sido gatillada por un problema emocional, el tratamiento es psicoterapia y tranquilizantes.
"Hay síntomas como alteraciones en los patrones de sueño y otros signos que permiten identificar a una persona con depresión de base biológica. En ellos, los antidepresivos empiezan a hacer efecto tres a seis semanas después de iniciar su uso y -a diferencia de lo que dicen los datos de laboratorio- en ellos los resultados son muy positivos", concluye el psiquiatra.
Datos ocultos.
Los estudios analizados por el equipo del doctor Kirsch incluyen todas las investigaciones presentadas por los laboratorios a la FDA, hayan sido publicados en revistas científicas o no, lo que hace menos sesgados los resultados obtenidos.
Hace un mes en la revista "New England Journal of Medicine" se reveló que, en el 94% de los estudios de antidepresivos publicados en revistas médicas, los antidepresivos funcionan mucho mejor que el placebo. Pero si se consideran también los análisis que no se hicieron públicos, ese porcentaje baja a 51%.
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VyS, 01-04-08.
Psiquiatras advierten riesgos:
Bipolares suelen pasar inadvertidos.
El diagnóstico de este trastorno a menudo se confunde con depresión mayor.
Los actores Jim Carrey y Carrie Fisher y los músicos Jimi Hendrix y Kurt Cobain son algunas celebridades que han sido diagnosticadas con desorden bipolar. Sin embargo, muchos que tienen este mismo cuadro no sólo son personas anónimas, sino que su propia enfermedad no ha sido reconocida.
"Uno de los aspectos más graves de la depresión bipolar es el error en el diagnóstico, esencialmente porque se confunde con una depresión mayor y se trata sólo con antidepresivos", explica el doctor José Bitrán, director del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile. El experto advierte que "lo fundamental en el tratamiento del trastorno bipolar es combinar los antidepresivos con fármacos estabilizadores del ánimo, que deben usarse a diario y de por vida". Si al errar el diagnóstico se usan sólo antidepresivos, aumenta el riesgo de provocar daños a nivel biológico y cognitivo, agrega.
El tema se discutió en el simposio Depresión Bipolar, Pensando en el Tratamiento a Largo Plazo, organizado en Santiago.
En la ocasión, el doctor Joseph Calabrese, director del Programa de Desórdenes del Ánimo de la Universidad de Case Western (EE.UU.), señaló que "cerca del 20% de las personas con depresión mayor recurrente en realidad tendría trastorno bipolar". Según el experto, "si una persona tiene dos o tres episodios de depresión en un año, es fundamental buscar en su historia si alguna vez tuvo un episodio maniaco".
Aunque en el desorden bipolar domina la fase depresiva, descubrir al menos uno de esos episodios de euforia es clave para hacer el diagnóstico diferenciador. "La euforia puede ir desde una fase de optimismo o bienestar exacerbado, hasta conductas audaces o desinhibidas", describe el doctor Bitrán.
La dificultad en el diagnóstico se debe principalmente a que como el paciente llega a consultar en estado de depresión, es improbable que recuerde fases de optimismo o energía.
Hacer una exhaustiva carta de vida retrospectiva del paciente es clave para llegar al diagnóstico correcto, coinciden los especialistas. En cuanto a los fármacos, esta semana se lanzará en Chile una nueva indicación del fármaco Seroquel, que permite tratar ambos polos de la enfermedad.
Pacientes.
Carrie Fisher fue diagnosticada con trastorno bipolar a los 24 años, pero inició el tratamiento a los 28. En general, un tercio de los pacientes busca tratamiento sólo 10 años después de los primeros síntomas y tarda 8 años en llegar al diagnóstico correcto.
Jimi Hendrix: "Maniac Depression has captured my soul", dice la letra de uno de los temas del músico, que terminó sus días a causa de una sobredosis. "Hasta el 29% de los pacientes bipolares no tratados se suicida", destaca el doctor Joseph Calíbrese.
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VyS, Martes 7 de agosto de 2007.
Psiquiatra alemán Thomas Fuchs:
"Los enfermos depresivos sienten que el tiempo pasa más lento".
El médico vino a Chile para referirse a su enfoque sobre esa enfermedad, que la ve como un trastorno de la temporalidad.
Diversos estudios han medido la percepción del tiempo que tienen las personas con depresión. "Se les pregunta cuánto creen que duró un determinado intervalo y sus respuestas muestran que a ellos les parece mucho más largo de lo que fue y de lo que responden las personas normales", afirma el psiquiatra y filósofo alemán Thomas Fuchs, profesor de la Clínica Psiquiátrica de la U. de Heidelberg.
Fuchs estuvo en Chile para participar en el simposio "Avances en Psiquiatría Clínica", que se realizó en la Clínica Alemana durante el fin de semana. Allí planteó su enfoque sobre la depresión, que la ve no sólo como un trastorno del ánimo sino también de la percepción de la temporalidad.
"Los pacientes reportan que los días, las horas y los minutos se les hacen interminables", grafica Fuchs. Y no sólo eso. Se produce también una detención en el tiempo, pues "se da una 'rumiación', una reiteración continua de los contenidos del pensamiento".
La atención del enfermo depresivo, agrega, se centra en el pasado, "lo que suele ir acompañado de sentimientos de culpa y de angustia por lo que se hizo o se dejó de hacer; una persona sana, en cambio, se centra mucho más en el presente y en el futuro".
Aún no existe una explicación neurobiológica de este trastorno de la percepción de la temporalidad, explica Fuchs, pero sí podría asociarse con los ritmos endógenos del cerebro. "Con la depresión, casi todos los ritmos circadianos se alteran: el sueño-vigilia, los ritmos hormonales, etc.".
La alteración de la percepción de la temporalidad afecta también las relaciones del enfermo con los otros. "En todas las formas de comunicación hay ritmos y códigos de temporalidad: cuánto habla uno y cuánto el otro, por ejemplo. Con la depresión, se alteran estas sincronizaciones; se altera la ritmicidad del diálogo. Por eso, los enfermos depresivos son percibidos por los otros como inalcanzables, como petrificados".
A esto se suman las alteraciones en otros aspectos de la vida, como el ritmo laboral. "Los enfermos sienten que están en un desfase, que no alcanzar a llegar a tiempo adonde todos llegan".
Por eso, agrega Fuchs, es importante que la psicoterapia contemple la recuperación de los ritmos sociales. Para ello, debe darse un período de recuperación para el paciente, en el cual se retire de sus actividades. "La idea es que pueda readaptarse gradualmente al curso normal del tiempo, con la menor cantidad de presiones posible.
"En estas faceta habría que aflojar la restricción corporal y la ansiedad, lo que se logra a través de medicamentos, pero también con el alivio de las tareas diarias que sobrepasan las capacidades del paciente", dice el psiquiatra. La terapia debe permitir al paciente la resincronización gradual de los ritmo internos e internos. "Debe ir retomando poco a poco los horarios normales.
Luego, en una fase de activación, "se debe ayudar al paciente a orientarse hacia metas futuras; que pueda ir pensando en nuevos proyectos".
REALIDAD LOCAL 8% de los adultos en Chile padecería de algún tipo de depresión. Y el 42% dice "sentirse" deprimido, según una encuesta de la Superintendencia de Salud.
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EM, VyS, 22.10.08.
Aprueban aparato magnético para tratar la depresión.
Tratamiento no invasivo fue aceptado por la FDA en Estados Unidos.
Un dispositivo que transmite pulsos a través del cráneo podría convertirse en la nueva alternativa para pacientes que no responden a los fármacos antidepresivos.
Paula Leighton y Pamela Elgueda.
El paciente llega a la consulta de su psiquiatra, se sienta en un sillón reclinable semejante a una silla de dentista y el médico acerca a su cabeza un aparato del tamaño de un libro. Durante 40 minutos sus neuronas recibirán un torrente de pulsos magnéticos que activarán las estructuras más profundas del cerebro, donde se encuentra el sistema límbico. Ésta es la zona donde se encuentran las conexiones asociadas al estado de ánimo.
Así funciona a grandes rasgos la terapia NeuroStar de estimulación magnética transcraneal (TMS, por sus siglas en inglés), creada por la empresa Neuronetics. Esta técnica no invasiva acaba de ser aprobada por la FDA, en Estados Unidos, para tratar a adultos con depresión mayor que no han logrado beneficios con los fármacos.
"Esta es una aprobación para emplear la TMS como un tratamiento agudo para pacientes que están en una crisis depresiva y no responden a los fármacos, es decir, no se contempla como una terapia sistemática o de largo plazo", explicó a 'El Mercurio' Peter Anastasiou, vicepresidente de marketing de Neuronetics.
Un ciclo de tratamiento dura entre 4 y 6 semanas y consiste en cinco sesiones semanales de 40 minutos. El tratamiento debe ser indicado por un psiquiatra y se aplica de forma ambulatoria en la consulta. El paciente no necesita ser anestesiado y está despierto durante la terapia.
Terapia ambulatoria.
El dispositivo actúa estimulando de forma repetitiva las neuronas de una zona de la corteza cerebral que se encuentra menos activa durante una depresión (ver infografía). Al enviar pulsos electromagnéticos que pasan a través del cráneo las neuronas se activan y se comienza a normalizar la función de los neurotransmisores. Es decir, el efecto es semejante al que logran los fármacos a nivel cerebral.
Anastasiou explica que la TMS podría utilizarse antes de que sea necesario recurrir a la terapia electroconvulsivante convencional (electroshock).
Steve Newman (60 años), a quien se le diagnosticó una depresión cuando era adolescente, estaba empezando a considerar el electroshock para tratar su depresión, cansado de que ningún fármaco le hiciera efecto. "Un día fue como si el interruptor de la luz se hubiera apagado", dijo a la agencia AP al describir cómo se inició su estado depresivo. Newman señala que tras dos semanas con TMS comenzó a sentirse muchísimo mejor, lo que coincidió con una mejoría sustancial registrada por los médicos al evaluar su depresión. "Sentí que despertaba, que estaba ahí", dijo Newman sobre el momento en que la terapia comenzó a surtir efecto.
Neuronetics realizó dos estudios clínicos con su dispositivo. Uno con un grupo de control y otro donde todos los pacientes sabían que estaban recibiendo la estimulación magnética. "En este grupo -que semeja más lo que ocurre en la práctica clínica real- el 55% de los pacientes mostró una mejoría significativa al cabo de seis semanas", dice Anastasious. Este estudio, sin embargo, se realizó con sólo 43 pacientes, por lo que el ejecutivo señala que "no sabemos si va a ocurrir lo mismo en la vida real, pero creemos que esa es una buena estimación".
El nivel de respuesta es más bajo que el electroshock, que logra hasta 80 a 90% de efectividad cuando se usa como tratamiento inicial de la depresión severa. Por eso, afirma el psiquiatra Pedro Retamal, profesor de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, "los estudios, en general, demuestran que el electroshock sigue siendo superior a cualquier tratamiento en las llamadas depresiones resistentes".
Pero, a diferencia del electroshock, la TMS no provoca pérdida de memoria, tampoco ocurren convulsiones, es ambulatoria y no exige anestesia.
Alto costo.
El doctor Phil Janicak, uno de los investigadores, agregó que "con la estimulación transcraneal los pacientes tampoco registraron efectos secundarios como aumento de peso o disfunciones sexuales", que se observan con algunos fármacos.
Su principal desventaja será el costo. Se estima que el ciclo completo costará como mínimo US$ 6.000 ($3,8 millones).
El doctor Retamal estima, sin embargo, que si bien "la TMS es cara, el electroshock requiere de anestesia general aplicada por un médico especialista, relajantes musculares y oxígeno. Y todo este aparataje secundario es posible que acerque los costos de ambas terapias".
Aplicaciones.La estimulación magnética transcraneal (TMS) es una técnica que existe desde 1985 y que desde hace algunos años se está probando como terapia para la migraña o dentro de la rehabilitación después de un accidente cerebrovascular.
Neuronetics es una de las empresas de dispositivos médicos que ha probado la técnica para tratar la depresión y se espera que tras la venia de la FDA, otras comiencen a pedir aprobación.
Entre los desafíos pendientes, especialistas indican que se necesitan más estudios para establecer la dosis óptima y determinar qué pacientes serán los más beneficiados.
CASOS. Un 20% de los pacientes con depresión no responden a las terapias con fármacos y podrían beneficiarse con la TMS.
Aprueban aparato magnético para tratar la depresión.
Tratamiento no invasivo fue aceptado por la FDA en Estados Unidos.
Un dispositivo que transmite pulsos a través del cráneo podría convertirse en la nueva alternativa para pacientes que no responden a los fármacos antidepresivos.
Paula Leighton y Pamela Elgueda.
El paciente llega a la consulta de su psiquiatra, se sienta en un sillón reclinable semejante a una silla de dentista y el médico acerca a su cabeza un aparato del tamaño de un libro. Durante 40 minutos sus neuronas recibirán un torrente de pulsos magnéticos que activarán las estructuras más profundas del cerebro, donde se encuentra el sistema límbico. Ésta es la zona donde se encuentran las conexiones asociadas al estado de ánimo.
Así funciona a grandes rasgos la terapia NeuroStar de estimulación magnética transcraneal (TMS, por sus siglas en inglés), creada por la empresa Neuronetics. Esta técnica no invasiva acaba de ser aprobada por la FDA, en Estados Unidos, para tratar a adultos con depresión mayor que no han logrado beneficios con los fármacos.
"Esta es una aprobación para emplear la TMS como un tratamiento agudo para pacientes que están en una crisis depresiva y no responden a los fármacos, es decir, no se contempla como una terapia sistemática o de largo plazo", explicó a 'El Mercurio' Peter Anastasiou, vicepresidente de marketing de Neuronetics.
Un ciclo de tratamiento dura entre 4 y 6 semanas y consiste en cinco sesiones semanales de 40 minutos. El tratamiento debe ser indicado por un psiquiatra y se aplica de forma ambulatoria en la consulta. El paciente no necesita ser anestesiado y está despierto durante la terapia.
Terapia ambulatoria.
El dispositivo actúa estimulando de forma repetitiva las neuronas de una zona de la corteza cerebral que se encuentra menos activa durante una depresión (ver infografía). Al enviar pulsos electromagnéticos que pasan a través del cráneo las neuronas se activan y se comienza a normalizar la función de los neurotransmisores. Es decir, el efecto es semejante al que logran los fármacos a nivel cerebral.
Anastasiou explica que la TMS podría utilizarse antes de que sea necesario recurrir a la terapia electroconvulsivante convencional (electroshock).
Steve Newman (60 años), a quien se le diagnosticó una depresión cuando era adolescente, estaba empezando a considerar el electroshock para tratar su depresión, cansado de que ningún fármaco le hiciera efecto. "Un día fue como si el interruptor de la luz se hubiera apagado", dijo a la agencia AP al describir cómo se inició su estado depresivo. Newman señala que tras dos semanas con TMS comenzó a sentirse muchísimo mejor, lo que coincidió con una mejoría sustancial registrada por los médicos al evaluar su depresión. "Sentí que despertaba, que estaba ahí", dijo Newman sobre el momento en que la terapia comenzó a surtir efecto.
Neuronetics realizó dos estudios clínicos con su dispositivo. Uno con un grupo de control y otro donde todos los pacientes sabían que estaban recibiendo la estimulación magnética. "En este grupo -que semeja más lo que ocurre en la práctica clínica real- el 55% de los pacientes mostró una mejoría significativa al cabo de seis semanas", dice Anastasious. Este estudio, sin embargo, se realizó con sólo 43 pacientes, por lo que el ejecutivo señala que "no sabemos si va a ocurrir lo mismo en la vida real, pero creemos que esa es una buena estimación".
El nivel de respuesta es más bajo que el electroshock, que logra hasta 80 a 90% de efectividad cuando se usa como tratamiento inicial de la depresión severa. Por eso, afirma el psiquiatra Pedro Retamal, profesor de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, "los estudios, en general, demuestran que el electroshock sigue siendo superior a cualquier tratamiento en las llamadas depresiones resistentes".
Pero, a diferencia del electroshock, la TMS no provoca pérdida de memoria, tampoco ocurren convulsiones, es ambulatoria y no exige anestesia.
Alto costo.
El doctor Phil Janicak, uno de los investigadores, agregó que "con la estimulación transcraneal los pacientes tampoco registraron efectos secundarios como aumento de peso o disfunciones sexuales", que se observan con algunos fármacos.
Su principal desventaja será el costo. Se estima que el ciclo completo costará como mínimo US$ 6.000 ($3,8 millones).
El doctor Retamal estima, sin embargo, que si bien "la TMS es cara, el electroshock requiere de anestesia general aplicada por un médico especialista, relajantes musculares y oxígeno. Y todo este aparataje secundario es posible que acerque los costos de ambas terapias".
Aplicaciones.La estimulación magnética transcraneal (TMS) es una técnica que existe desde 1985 y que desde hace algunos años se está probando como terapia para la migraña o dentro de la rehabilitación después de un accidente cerebrovascular.
Neuronetics es una de las empresas de dispositivos médicos que ha probado la técnica para tratar la depresión y se espera que tras la venia de la FDA, otras comiencen a pedir aprobación.
Entre los desafíos pendientes, especialistas indican que se necesitan más estudios para establecer la dosis óptima y determinar qué pacientes serán los más beneficiados.
CASOS. Un 20% de los pacientes con depresión no responden a las terapias con fármacos y podrían beneficiarse con la TMS.
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