lunes, 1 de marzo de 2010

Las réplicas psicológicas del terremoto se salvan compartiendo los miedos y angustias.


EM., VCyT, 01-03-10.

Ante la angustia, la pena y la incertidumbre que deja un terremoto como el que sacudió a medio Chile la madrugada del sábado 27 de febrero pasado, juntarse con otros y hablar de lo vivido, sin esconder las emociones, permite sentirse acompañado y reducir el estrés crítico que afecta a las víctimas de esta catástrofe.

Por Pamela Elgueda Tapia.


--

Una pena compartida es media pena. Así lo entendieron vecinos de la villa Plaza los Toros, en Puente Alto, quienes la noche del sábado organizaron un asado comunitario para conversar de sus miedos, penas y pérdidas después del terremoto que afectó a seis regiones del país en la madrugada del sábado.

Quizás intuyeron que hablar de las experiencias traumáticas y de los sentimientos que éstas causan "permite transformarlas en un aprendizaje y cerrar el duelo que provocan", explica Susana Muñoz, psicóloga y directora de Serbal, Centro de Desarrollos Sistémicos.

Porque esos minutos de horror dejaron huellas no solamente en casas y calles, sino también en las mentes de los miles de chilenos que perdieron bienes y familiares. Ellos son, lejos, los que más contención emocional necesitan, porque el riesgo de experimentar estrés postraumático está a la vuelta de la esquina.

Mejor en grupo.

"Es como una pesadilla de la que uno quiere, pero no puede despertar". Quien dice esto sabe de lo que habla: es una de las 120 personas que vivían en un edificio de departamentos en Maipú que resultó destruido por el terremoto.

Ella, sus vecinos, y los miles de chilenos que sufrieron pérdidas directas por el terremoto necesitan más que nadie apoyo psicológico, afirma Ana María Arón, directora del Centro de Buen Trato de la Universidad Católica y coordinadora del diplomado y de un equipo de Intervención en Crisis.

Con la experiencia que le da haber trabajado con diversas poblaciones afectadas por grandes catástrofes, la psicóloga explica que es esencial transmitir mensajes de seguridad a quienes lo perdieron todo la madrugada del sábado.

"Hay que decirles que existe una organización que está trabajando por ellos, que hay personas preocupadas por lo que les pasa, porque la sensación de desamparo es la que activa las reacciones más primitivas que tenemos los humanos después de una catástrofe", advierte, y pone como ejemplo los saqueos producidos ayer en Concepción (ver recuadro).

Algo tan simple como dar indicaciones de hervir el agua o hacer lavaza y ponerla junto a los balones de gas para asegurarse de que no hay escapes ayudan a crear esa seguridad, dice la especialista.

En todas partes, y sobre todo en aquellos lugares donde no están llegando los medios de comunicación, hay que apelar a las organizaciones de locales. De hecho, éstas fueron las primeras que se activaron para ir en ayuda de los más afectados y cuentan con el respeto de las personas.

"Buscar a los líderes, a los interlocutores válidos para la gente. Al párroco, al pastor, a los profesores, a las juntas de vecinos; ellos pueden armar grupos de contención psicológica para quienes están viviendo un estrés crítico", agrega Ana María Arón.

Rituales de duelo.

Esos grupos de contención ayudan a hacer el primer apoyo. Y es esencial que lo hagan para que este estrés inicial no enferme a la persona. "Cuando tienes la posibilidad de ser contenido por un grupo y darte cuenta de que lo que te pasa a ti también les pasa a otros, en vez de asustarte y pensar que te estás volviendo loco, normalizas la situación".

En esos grupos, dice la especialista de intervención en crisis, hay personas más "enteras" que otras que ayudan mucho a los que les está costando más recuperarse emocionalmente. "Obviamente que le creerán más a sus pares que a una persona que no vivió lo mismo que ellos".

Elaborar el duelo de las pérdidas que han sufrido es fundamental en este proceso. "Pero lo más probable es que no se den el tiempo de hacerlo, porque tienen que alimentar a sus hijos, sanarse de una fractura, trabajar, etc.", agrega Susana Muñoz.

Ahí es donde el grupo nuevamente puede ser una compañía fundamental: "Hay que elaborar rituales de duelo colectivo, donde la religión ayuda mucho, pero que también pueden hacerse en reuniones donde se recuerde a quienes murieron".

También que las personas tengan la oportunidad de enterrar a sus muertos no en fosas comunes, sino que en sepulturas separadas y con ceremonias que los honren.

La directora de Serbal agrega que para que las personas puedan hacerse cargo de este duelo es esencial que tengan satisfechas sus necesidades básicas. "Es bien difícil que se puedan poner a pensar en sus emociones y sentimientos si están pasando hambre y viviendo en la calle".

Después de estas vivencias, en esta elaboración del duelo es probable que las personas se sientan victimizadas y resentidas. "Por qué a mí y no al del lado. Y eso puede permanecer anclado en la mente de la persona, que se lo va a cobrar al mundo a través de actos de destrucción", advierte Susana Muñoz.

Ese sentimiento, agrega, se puede bloquear reflexionando acerca del sentido que tuvo para la persona sufrir esta catástrofe. "Esto no es simple, porque es difícil encontrarle sentido a una desgracia de esta magnitud. Pero se puede hacer, y lo más probable es que pase al menos un mes para eso".

Parálisis o ataque.

Ante un evento catastrófico, las personas reaccionan paralizándose, huyendo o atacando. Algo que se transforma en una actuación más elaborada, sólo cuando se tiene la seguridad de que alguien irá en su ayuda. "Por eso, es probable que quienes participaron en el saqueo buscando alimentos (distinto al pillaje, de los que sacaron televisores o alcohol) lo hayan hecho porque sentían que nadie se estaba preocupando por ellos", dice Ana María Arón, experta en Intervención en Crisis.

La psicóloga Susana Muñoz añade otro dato: "Ante la agresión inespecífica, no controlable, aparece una ansiedad de puja y de descomprimir la tensión, de llenar la incertidumbre".

Esta misma necesidad pudo haber empujado a muchos santiaguinos a hacer largas filas en bencineras y supermercados para abastecerse de productos que no necesitarán. "En tiempos de catástrofe se exacerban las ganas de comer y la sexualidad, porque se destapa el instinto de conservación", agrega Susana Muñoz.

Es normal.

Tener olvidos o confundirse es normal después de sufrir un evento traumático como el de la madrugada del sábado. También se pueden sentir trastornos físicos, como angustia, taquicardia, sudoración de manos e incluso estar hiperreactivo. "Eso significa desde sentir que tiembla cada vez que pasa un auto, hasta reaccionar mal por lo más mínimo", dice Ana María Arón.

Hablar con los niños.

No ocultar las emociones y hablar con la verdad. Ésa es la principal sugerencia que hace la psicóloga Susana Muñoz, cuando se trata de explicar lo que pasó a los niños. "Adaptar el lenguaje para ellos y dejarlos hacer preguntas y expresar sus emociones baja su ansiedad y miedos, que se alimentan con la falta de información".

La escuela también es una aliada fundamental. "El primer día de clases no debe partir izando la bandera, como si nada hubiera pasado", afirma Ana María Arón. "Hay que recordar lo que pasó, empatizar con la pena o el miedo que todos están sintiendo y validarlos", agrega.

La experiencia que su equipo de Intervención en Crisis tuvo después del aluvión ocurrido en Antofagasta, en 1991, dice que a los niños hay que hablarles del tema. "Así pueden cerrar etapas y seguir adelante".

No hay comentarios: