Por Cristián González.
Basta que una persona esboce una sonrisa para que quienes están alrededor hagan lo mismo. Este mecanismo de "imitar" las expresiones faciales de los demás -ya sea enojo, tristeza o alegría, por ejemplo- busca simular lo que el otro siente. Es decir, el ser humano actúa como un espejo, para poder experimentar las mismas emociones y decidir cómo reaccionar en determinada situación.
Basta que una persona esboce una sonrisa para que quienes están alrededor hagan lo mismo. Este mecanismo de "imitar" las expresiones faciales de los demás -ya sea enojo, tristeza o alegría, por ejemplo- busca simular lo que el otro siente. Es decir, el ser humano actúa como un espejo, para poder experimentar las mismas emociones y decidir cómo reaccionar en determinada situación.
Lo anterior
se debe a que asociamos ese gesto a una determinada emoción que en el pasado
nosotros mismos hemos experimentado. Eso es lo que plantea un análisis de toda
la evidencia disponible hasta ahora, publicado ayer por investigadoras de la U.
de Wisconsin (EE.UU.) en la revista científica Trends in Cognitive Sciences.
Este proceso
-llamado simulación sensoriomotriz- no es intencional sino que sucede de forma
automática: las personas lo hacen de forma inconsciente en cuestión de
milisegundos, según explica a "El Mercurio" la psicóloga Adrianne
Wood, autora principal del trabajo.
"Creemos
que la gente tiende a enganchar más con esta simulación si están realmente
atraídos a conocer más a la otra persona o cuando la expresión facial que están
mirando es ambigua o muy sutil", precisa.
Así, por
ejemplo, si vemos a alguien sonriendo, nuestra cara también esbozará una
sonrisa y, como reacción, quizás nos acerquemos a esa persona. En cambio, si
vemos que el otro está enojado, tenderemos a alejarnos. "El sistema de
identificación de las emociones puede ayudar a prever futuros comportamientos o
sentimientos", se lee en el estudio, pero no es 100% certero, ya que en
ningún caso se puede saber a ciencia cierta cómo suele expresarse o qué es lo
que siente otra persona solo con mirarla.
En ello
influyen tanto las habilidades propias como ajenas. "Hay múltiples
factores que influyen en la capacidad de una persona para entender las
emociones de otra; pero esa habilidad puede verse reducida si se está frente a
alguien que tiende a suprimir sus emociones o que no nos genera ningún interés".
Wood también
agrega que la cultura de cada país juega un papel. "Gente de naciones
históricamente más heterogéneas, en donde conviven muchas culturas, como
EE.UU., Australia o Chile, son más expresivos emocionalmente que las personas
de países más homogéneos, como sucede en Asia o África".
La habilidad
para reconocer las emociones ajenas puede fallar en personas que padecen una
parálisis facial debido a un derrame cerebral, así como en quienes tienen
trastornos del espectro autista.
Según las
autoras, conocer mejor el funcionamiento de este mecanismo puede servir para
diseñar mejores tratamientos para ese tipo de trastornos.