jueves, 1 de abril de 2010

Fernando Villegas: “Prefiero ir al dentista que a un mall”.


PM, 31-03-10.

Al curioso panelista de “Tolerancia cero” no le gusta la gente. La encuentra, en general, fea y vulgar y por eso la evita. Pero además, la ve inserta en una sociedad que promueve el lucro y a hiperactividad como modelos de éxito, arrastrando a la mayoría a la depresión. A ellos quiso ayudar, con el libro “De la felicidad... Y todo eso”. que reúne una serie de ensayos que promueven el disfrute en los asuntos más básicos del ser humano, como la amistad, la leve embriaguez y orinar.

Por Ángela Tapía Fariña.


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¿Se considera usted feliz o es parte del grupo de adultos (uno de cada cinco), que asegura tener o haber sufrido síntomas de depresión, en las encuestas nacionales de salud?

Las cifras no parecen indicar que vivamos dentro de una sociedad que se caracterice por estar contenta. Eso Fernando Villegas (51) lo sabe, y por eso decidió lanzar el libro “De la felicidad... Y todo eso” (Editorial Sudamericana), donde se reúnen una serie de ensayos que rescatan los actos más simples de la vida humana –entiéndase esto desde orinar hasta andar cufifo (entonado vía alcohol)- que pueden ayudar al ser humano a alcanzar un estado más optimista.

No, no ha habido equivocación alguna. Porque, por más serio que se vea, generalmente, este conocido personaje de abultado pelo sentado junto a sus amigos de “Tolerancia cero”, el autodefinido “especie de comunicador”, egresado de sociología, ex profesor de lectura veloz y “aficionado casual” a la teología y metafísica, no solamente dice que se considera feliz, sino que además, realizó su último libro motivado netamente por la “ansiedad de ayudar al prójimo”, en un país donde, comenta, “la gente es más bien tristona y depresiva”.

A las 11 de la mañana de un día de semana, cuando el verano acaba de finalizar, dos gatos aún pueden disfrutar de los rayos del sol, dormitando sobre el pasto del antejardín de la casa ñuñoína de Villegas.

Cabe preguntarse si la felicidad descrita en su texto -y que se entiende como eso intangible, que no se gana ni se pierde, sino que se construye como un estado de paz en el que el secreto está en reducir las probabilidades de fracaso-, fue sólo inspirada por los filósofos clásicos que cita el autor en su libro.

Porque la tranquilidad parece cobijar eternamente a Villegas en su hogar, espacio que detesta abandonar y donde una perrita café y saltarina, llamada Pascualina, recibe a las visitas buscando sus manos para pedir cariño. Basta ceder un poco a sus deseos, para que ella mueva su cola y haga más patente el ambiente de bienestar casero que protege al también conductor de “terapia chilensis” en Radio Duna.

-¿Qué posibilidades de salir de ese sistema tiene un empleado común?

“Cualquiera sean las condiciones, uno tiene control sobre sus propios actos y, si el ambiente no es bueno, hay que esforzarse por asentar la vida en uno mismo. O sea, tener como fundamento a uno mismo, no lo que pasa alrededor, si la pega es buena o mala, que si trabajas 10 horas o 15... Uno debe desarrollar sus propios recursos mentales; usar la inteligencia, disfrutar la buena música, leer buenas cosas, pensar, escribir. Ésas son las cosas que a uno le van construyendo un ámbito propio que no depende de nadie, y si uno desarrolla eso y va modulando esa casa, como se dice, inevitablemente se tendrá una mejor vida, sin importar lo que pase alrededor”.

-¿No importa que nos echen del trabajo por irnos más temprano?

“A mí me han echado de 60 trabajos y no me ha afectado, sólo en lo exterior, porque he tenido que buscar otra pega, pero no como persona. Hay gente en este país que se suicida porque lo echan de la pega. Eso es estúpido. Eso es una cuestión transitoria; uno hará otra cosa, y qué. Pero claro, si vives de exterioridades y por dentro no eres nada, sino que dependes absolutamente del cargo que tienes, de la opinión de los demás, estás frito. Vas a depender hasta de que cambie el clima”.

-¿Cuál es su vicio privado?

“(Piensa) Es que yo no hago nada en exceso, no me doy permiso para obsesionarme con cosas. Lo que más hago en forma sostenida es escribir, pero eso forma parte de mi trabajo, no es un vicio. Tampoco paso todo el día leyendo. Trato de no convertirme en un adicto, ni soy dependiente de nada”.

-Pero habrá alguna costumbre...

“Hay una cosa curiosa y es que, prácticamente, termino recluido porque me muevo muy poco fuera de la casa, trato de no salir. Soy enemigo del ‘¿salgamos?’ ¿Para qué vamos a ir a otra parte? ¿En qué cambia mi ser, estando en otra posición en el espacio y el tiempo? En nada”.

-¿Sería un castigo ir a un mall?

“Preferiría ir al dentista”.

-¿Le molesta la gente?

“No me gusta mucho. No. No... No, en absoluto. Porque la gente en masa se convierte en un ganado. Además, para ser bien franco, la inmensa mayoría de los miembros de la raza humana son, como decía un filósofo, espiritual y físicamente deformes. O sea, impera la fealdad y la brutalidad. Y eso se ve claramente cuando hay una gran masa de gente, donde se hace notorio lo que más pesa: la fealdad, la vulgaridad. A mí, el sólo hecho de ver huevones que andan luciendo unas patas negras, peludas y chuecas, con short por ejemplo, me parece feo. ¿Sabes? Yo tengo el sentido de la estética y creo que uno no tiene que andar luciendo la fealdad. Si tú eres un gallo joven, bien hecho, o una mujer joven y bien hecha, está bien, anden en pelota si quieren, pero lo feo hay que ocultarlo; hay que tener un mínimo de decoro y no andar mostrando las panzas caídas, los potos enjutos o las patas negras que parecen de mono”.

-¿Y si se quiere estar cómodo?

“Ese concepto de ‘yo soy tan importante que por estar fresco y cómodo muestro mi fealdad al mundo’ es vulgar en todo el sentido de la palabra vulgar, o una rotería, y a mí no me gustan las roterías. Uno tiene que ser cuidadoso; así como uno se baña, lo hace no sólo por gusto, sino que también para no molestar a los demás”.

-¿Qué pasa con la felicidad que da la libertad?

“La felicidad no consiste en mear arriba de los demás. No tiene nada que ver una cosa con la otra, ¿no?”.

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