EM., AyL., domingo 17 de Abril de 2005.
Cuando la psiquiatría se interna en el campo de la hipnoterapia.
Dos técnicas bastante inusuales en el campo de la terapia siquiátrica han demostrado corregir síntomas psiconeuróticos. La hipnosis -y la visualización de escenas como la vida después de la vida- aparece como un campo a explorar.
Por Sergio Peña y Lillo.
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Tanto el título como el contenido de este artículo pueden desconcertar a muchos lectores, e incluso a los propios especialistas, como un tema insólito para un médico psiquiatra. Pero, como se verá, no se trata de ninguna especulación metafísica sobre la vida y la muerte o las reencarnaciones, sino de un análisis objetivo del posible valor terapéutico de la utilización hipnótica de las llamadas "experiencias del Túnel y del Bardo", en la corrección de síntomas psiconeuróticos.
Después de la espectacular utilización de la hipnosis a comienzos del siglo pasado en el manejo de algunos síntomas histéricos, ésta fue lentamente desplazada por la ilusoria promesa del naciente psicoanálisis. No obstante, ante la posterior decepción de las interminables psicoterapias verbales, ya en la década del 60 se inició el resurgimiento de la hipnosis como técnicas breves y de indiscutible eficacia, utilizando -en estado de relajación- la simple "visualización" de las situaciones temidas y de los comportamientos deseados. Su fundamento estaba en la eliminación de los reflejos condicionados perturbadores y de los defectuosos aprendizajes. Personalmente inicié -hace ya más de 30 años-, en la Clínica Psiquiátrica Universitaria, el empleo masivo: individual y en grupos y aun, mediante grabaciones magnetofónicas de estas técnicas que eran tan simples como efectivas, particularmente en las inhibiciones angustioso-fóbicas del comportamiento social.
Sin embargo, con el tiempo me parecieron insuficientes, desde el momento en que se limitaban a una mera "corrección sintomática", sin preocuparse de su "subsuelo patogénico", el que -a mi juicio- estaba principalmente en la deformación de la autoimagen y en las frecuentes "culpas imaginarias" creadas por las éticas equívocas y los prejuicios culturales. Por consiguiente modifiqué mi técnica, introduciendo la "visualización" de imágenes simbólicas (ascenso en la montaña; descenso hacia la luz primordial; identificación con el yo superior, etc.) con lo que puede lograr, además de la mejoría de los síntomas de consulta, una transformación madurativa en todos los planos psico-espirituales de la personalidad.
Ahora -y aquí radica mi interés personal por este artículo- pude observar que algunos de mis pacientes (los más espirituales) solían experimentar, de modo espontáneo e imprevisto "estados beatíficos" en los que, ajenos al tiempo y a la realidad, se veían "flotando" en una luz de belleza indescriptible y en un estado de paz y de felicidad. Pero lo más llamativo es que después de estas experiencias, lograban la desaparición de temores y conflictos previos que no habían sido tratados. Fue en este período, en que me encontraba confuso ante la interpretación de estas súbitas mejorías, cuando tuve la oportunidad de conocer los resultados similares que se obtenían mediante la inducción hipnótica de las llamadas experiencias del Túnel y del Bardo.
La primera, vagamente conocida por relatos antiguos, sólo a mediados del siglo pasado, despertó la curiosidad propiamente científica, a raíz de varias publicaciones que señalaban la extraña similitud de la experiencia vivida por diferentes personas que habían estado al borde de la muerte. Pero el verdadero interés actual se inició con la publicación -en 1975- del libro del psiquiatra Raymond Moody "Vida después de la vida", en el que hace una detenida revisión de 150 casos que habían sobrevivido a una situación de inminente riesgo de muerte. La mayoría de ellos fueron entrevistados por el propio Moody, quien pudo comprobar la increíble coincidencia de los relatos. Así, con algunas diferencias poco significativas, la mayoría decía haberse encontrado atravesando una especie de espacio semioscuro que los conducía hacia una intensa luminosidad, en la que experimentaban un estado de dicha y plenitud desconocidas. Se sentían incorpóreos y dejaban de percibir el transcurso del tiempo, pero lo más curioso, es que, sabiendo que iban a morir, sólo deseaban permanecer en ese estado sin preocupación por sus seres queridos y los intereses de su vida personal. La experiencia por lo general terminaba al topar con una barrera donde "seres de luz" les indicaban que no era su momento y que debían regresar, a continuar su vida. Además, todos los que han tenido esta extraña experiencia coincidían en opinar, que -posteriormente- lograron un cambio enriquecedor de su existencia.
Moody interpretó estas "experiencias subjetivas" como las posibles etapas de conciencia previas a la muerte. No obstante, esto es muy dudoso, ya que todos los relatos corresponden a personas que siempre estuvieron vivas y -en estricto rigor- nada sabemos de una conciencia real que anteceda a la muerte. En todo caso, Moody, con su exhaustivo análisis, dio un respaldo definitivo a este curioso estado, que por su rasgo esencial se conoce como la "experiencia del Túnel".
No conozco estadísticas, pero cualquier médico sabe que la inmensa mayoría de los enfermos que se recuperan después de haber estado moribundos, no relatan ninguna experiencia similar. Es obvio que aquellos que han estado en coma nada pueden recordar, pero tampoco lo hacen quienes han vivido conscientemente lo que suponían ser su agonía. Ahora el problema se complica, precisamente por lo que es el interés de este artículo, en el sentido de que la inducción hipnótica de la experiencia (en sujetos que la desconocen o no la han vivido) puede, pero sólo en algunos casos, evocarla en su totalidad, con la "vivencia beatífica" y el posterior enriquecimiento de su personalidad y también la desaparición de temores no previstos. Al menos ésta ha sido hasta ahora mi experiencia. Ignoro si Moody intentó esta evocación en hipnosis, pero sí lo hizo J. Whitton con resultados similares y a través de una larga experiencia. El mecanismo de mejoría, en los casos en que se logra la experiencia plena bajo hipnosis, no queda definitivamente claro. Así, Whitton alude vagamente a estados de "metaconciencia" similares a ciertos trances místicos, lo que llevaría a pensar en una especie de "sanación hipno-carismática". Personalmente me inclino a compartir esta idea y -por el hecho de que no todos logran la experiencia- pienso que podría tratarse de algo así como un "don" que -al igual que lo que ocurre en ciertas experiencias psicodélicas- se concede, a través de la hipnosis, a ciertos sujetos con propósitos definidos de cambio y transformación vital. Lo que sí es evidente es que cuando la experiencia hipnótica del Túnel se logra cabalmente, tendría un indiscutible efecto terapéutico.
Como un dato -que me parece más que anecdótico- en el detalle superior de la tabla del Bosco llamada "La subida al cielo", que se encuentra en el Palacio Ducal de Venecia, se observa una imagen prácticamente idéntica a los relatos del Túnel, sólo que fue pintada 500 años antes de que Moody publicara su libro.
Experiencia del Bardo.
La he dejado para el final por la complejidad de los asombrosos y desconcertantes hallazgos, que se "visualizarían" en el Bardo y que podrían parecer meras fantasías, si no fuera por el extremo rigor metodológico de la investigación y por el reconocido prestigio académico de sus autores. En efecto, los doctores J. Whitton y J. Fisher, ambos profesores de psiquiatría de la Universidad de Toronto, publicaron en 1986 con el título "Viva entre las vidas" los resultados de un estudio sobre la "actualización" hipnótica de ese misterioso período, que -según la "metempsicosis" (creencia en la transmigración de las almas)- existiría entre una y otra reencarnación y que los autores denominaron el Bardo, utilizando el término del "Libro tibetano de los muertos" (Bardo-Thödoll).
Conscientes del "terreno pantanoso" que exploraban, tomaron las máximas precauciones de objetividad, como retrasar casi diez años la publicación del libro, mientras revisaban minuciosamente los protocolos. Los sujetos, pacientes de los autores, fueron inducidos en hipnosis a explorar lo que experimentaban en etapas previas al nacimiento. En una apretada síntesis, los relatos coincidían en que las "almas" podían permanecer libremente en un especie de "descanso espiritual" hasta que sentían la necesidad de volverse a encarnar, para lo cual elaboraban -solas o con la ayuda de seres más evolucionados- el "proyecto kármico" que habían decidido vivir, con el propósito de corregir defectos y errores o posibles daños cometidos en existencias anteriores y así poder continuar su progreso y perfección espiritual.
Las experiencias que relatan los autores, en diversos períodos del Bardo, son extremadamente complejas y requerirían de un análisis especial por lo que sólo voy a referirme a lo que podría llamarse "el final del Bardo"; es decir, la visualización hipnótica de la etapa inmediatamente previa al nuevo nacimiento. El método que hasta ahora empleo es muy simple y consiste en pedirle al paciente -en estado de relajación- que se vea antes de nacer: "flotando" sobre la madre y familia que ha elegido y les sugiero tratar de recordar lo que desean vivir. En la técnica que utilizo no tengo diálogo con el enfermo y sólo sé lo que ha ocurrido al término de la sesión. En mi escasa experiencia, he visto que ocurre algo similar a lo que señalamos para la experiencia del Túnel. Así, la mayoría de mis pacientes sólo visualizan lo que les he sugerido, sin experimentar nada nuevo. Pero algunos me han sorprendido al incorporar otros elementos como: avanzar por un camino de luz; "visión de un guardián de los proyectos"; otros seres esperando encarnar; etc. Sólo estos pacientes relatan estados de "plenitud beatífica" y de un enriquecimiento posterior de su personalidad. No he logrado, en cambio, que recuerden ningún hecho concreto de "un proyecto especifico", salvo sentimientos vagos como: "vengo a vencer mi cobardía", "debo dar un paso para cumplir mi misión", etc. El propio Whitton señala que la exploración del Bardo es difícil y que requiere de una hipnosis profunda, pero cuando la experiencia es bien lograda, se observarían iguales y aún mayores efectos terapéuticos que en la evocación del Túnel.
Es un enigma el cómo estos "recuerdos", sean reales o sugestivos, pueden dar origen a una sanación, pero la logran, al menos en algunos casos y es por eso que pienso que es un novedoso campo de la hipnoterapia que merece ser investigado. Es claro que cualquier experiencia hipnótica no puede -por sí misma- avalar su realidad. No obstante, para la medicina, el criterio decisivo de la verdad no puede ser otro que el de la curación y la mejoría de los enfermos.
Cuando la psiquiatría se interna en el campo de la hipnoterapia.
Dos técnicas bastante inusuales en el campo de la terapia siquiátrica han demostrado corregir síntomas psiconeuróticos. La hipnosis -y la visualización de escenas como la vida después de la vida- aparece como un campo a explorar.
Por Sergio Peña y Lillo.
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Tanto el título como el contenido de este artículo pueden desconcertar a muchos lectores, e incluso a los propios especialistas, como un tema insólito para un médico psiquiatra. Pero, como se verá, no se trata de ninguna especulación metafísica sobre la vida y la muerte o las reencarnaciones, sino de un análisis objetivo del posible valor terapéutico de la utilización hipnótica de las llamadas "experiencias del Túnel y del Bardo", en la corrección de síntomas psiconeuróticos.
Después de la espectacular utilización de la hipnosis a comienzos del siglo pasado en el manejo de algunos síntomas histéricos, ésta fue lentamente desplazada por la ilusoria promesa del naciente psicoanálisis. No obstante, ante la posterior decepción de las interminables psicoterapias verbales, ya en la década del 60 se inició el resurgimiento de la hipnosis como técnicas breves y de indiscutible eficacia, utilizando -en estado de relajación- la simple "visualización" de las situaciones temidas y de los comportamientos deseados. Su fundamento estaba en la eliminación de los reflejos condicionados perturbadores y de los defectuosos aprendizajes. Personalmente inicié -hace ya más de 30 años-, en la Clínica Psiquiátrica Universitaria, el empleo masivo: individual y en grupos y aun, mediante grabaciones magnetofónicas de estas técnicas que eran tan simples como efectivas, particularmente en las inhibiciones angustioso-fóbicas del comportamiento social.
Sin embargo, con el tiempo me parecieron insuficientes, desde el momento en que se limitaban a una mera "corrección sintomática", sin preocuparse de su "subsuelo patogénico", el que -a mi juicio- estaba principalmente en la deformación de la autoimagen y en las frecuentes "culpas imaginarias" creadas por las éticas equívocas y los prejuicios culturales. Por consiguiente modifiqué mi técnica, introduciendo la "visualización" de imágenes simbólicas (ascenso en la montaña; descenso hacia la luz primordial; identificación con el yo superior, etc.) con lo que puede lograr, además de la mejoría de los síntomas de consulta, una transformación madurativa en todos los planos psico-espirituales de la personalidad.
Ahora -y aquí radica mi interés personal por este artículo- pude observar que algunos de mis pacientes (los más espirituales) solían experimentar, de modo espontáneo e imprevisto "estados beatíficos" en los que, ajenos al tiempo y a la realidad, se veían "flotando" en una luz de belleza indescriptible y en un estado de paz y de felicidad. Pero lo más llamativo es que después de estas experiencias, lograban la desaparición de temores y conflictos previos que no habían sido tratados. Fue en este período, en que me encontraba confuso ante la interpretación de estas súbitas mejorías, cuando tuve la oportunidad de conocer los resultados similares que se obtenían mediante la inducción hipnótica de las llamadas experiencias del Túnel y del Bardo.
La primera, vagamente conocida por relatos antiguos, sólo a mediados del siglo pasado, despertó la curiosidad propiamente científica, a raíz de varias publicaciones que señalaban la extraña similitud de la experiencia vivida por diferentes personas que habían estado al borde de la muerte. Pero el verdadero interés actual se inició con la publicación -en 1975- del libro del psiquiatra Raymond Moody "Vida después de la vida", en el que hace una detenida revisión de 150 casos que habían sobrevivido a una situación de inminente riesgo de muerte. La mayoría de ellos fueron entrevistados por el propio Moody, quien pudo comprobar la increíble coincidencia de los relatos. Así, con algunas diferencias poco significativas, la mayoría decía haberse encontrado atravesando una especie de espacio semioscuro que los conducía hacia una intensa luminosidad, en la que experimentaban un estado de dicha y plenitud desconocidas. Se sentían incorpóreos y dejaban de percibir el transcurso del tiempo, pero lo más curioso, es que, sabiendo que iban a morir, sólo deseaban permanecer en ese estado sin preocupación por sus seres queridos y los intereses de su vida personal. La experiencia por lo general terminaba al topar con una barrera donde "seres de luz" les indicaban que no era su momento y que debían regresar, a continuar su vida. Además, todos los que han tenido esta extraña experiencia coincidían en opinar, que -posteriormente- lograron un cambio enriquecedor de su existencia.
Moody interpretó estas "experiencias subjetivas" como las posibles etapas de conciencia previas a la muerte. No obstante, esto es muy dudoso, ya que todos los relatos corresponden a personas que siempre estuvieron vivas y -en estricto rigor- nada sabemos de una conciencia real que anteceda a la muerte. En todo caso, Moody, con su exhaustivo análisis, dio un respaldo definitivo a este curioso estado, que por su rasgo esencial se conoce como la "experiencia del Túnel".
No conozco estadísticas, pero cualquier médico sabe que la inmensa mayoría de los enfermos que se recuperan después de haber estado moribundos, no relatan ninguna experiencia similar. Es obvio que aquellos que han estado en coma nada pueden recordar, pero tampoco lo hacen quienes han vivido conscientemente lo que suponían ser su agonía. Ahora el problema se complica, precisamente por lo que es el interés de este artículo, en el sentido de que la inducción hipnótica de la experiencia (en sujetos que la desconocen o no la han vivido) puede, pero sólo en algunos casos, evocarla en su totalidad, con la "vivencia beatífica" y el posterior enriquecimiento de su personalidad y también la desaparición de temores no previstos. Al menos ésta ha sido hasta ahora mi experiencia. Ignoro si Moody intentó esta evocación en hipnosis, pero sí lo hizo J. Whitton con resultados similares y a través de una larga experiencia. El mecanismo de mejoría, en los casos en que se logra la experiencia plena bajo hipnosis, no queda definitivamente claro. Así, Whitton alude vagamente a estados de "metaconciencia" similares a ciertos trances místicos, lo que llevaría a pensar en una especie de "sanación hipno-carismática". Personalmente me inclino a compartir esta idea y -por el hecho de que no todos logran la experiencia- pienso que podría tratarse de algo así como un "don" que -al igual que lo que ocurre en ciertas experiencias psicodélicas- se concede, a través de la hipnosis, a ciertos sujetos con propósitos definidos de cambio y transformación vital. Lo que sí es evidente es que cuando la experiencia hipnótica del Túnel se logra cabalmente, tendría un indiscutible efecto terapéutico.
Como un dato -que me parece más que anecdótico- en el detalle superior de la tabla del Bosco llamada "La subida al cielo", que se encuentra en el Palacio Ducal de Venecia, se observa una imagen prácticamente idéntica a los relatos del Túnel, sólo que fue pintada 500 años antes de que Moody publicara su libro.
Experiencia del Bardo.
La he dejado para el final por la complejidad de los asombrosos y desconcertantes hallazgos, que se "visualizarían" en el Bardo y que podrían parecer meras fantasías, si no fuera por el extremo rigor metodológico de la investigación y por el reconocido prestigio académico de sus autores. En efecto, los doctores J. Whitton y J. Fisher, ambos profesores de psiquiatría de la Universidad de Toronto, publicaron en 1986 con el título "Viva entre las vidas" los resultados de un estudio sobre la "actualización" hipnótica de ese misterioso período, que -según la "metempsicosis" (creencia en la transmigración de las almas)- existiría entre una y otra reencarnación y que los autores denominaron el Bardo, utilizando el término del "Libro tibetano de los muertos" (Bardo-Thödoll).
Conscientes del "terreno pantanoso" que exploraban, tomaron las máximas precauciones de objetividad, como retrasar casi diez años la publicación del libro, mientras revisaban minuciosamente los protocolos. Los sujetos, pacientes de los autores, fueron inducidos en hipnosis a explorar lo que experimentaban en etapas previas al nacimiento. En una apretada síntesis, los relatos coincidían en que las "almas" podían permanecer libremente en un especie de "descanso espiritual" hasta que sentían la necesidad de volverse a encarnar, para lo cual elaboraban -solas o con la ayuda de seres más evolucionados- el "proyecto kármico" que habían decidido vivir, con el propósito de corregir defectos y errores o posibles daños cometidos en existencias anteriores y así poder continuar su progreso y perfección espiritual.
Las experiencias que relatan los autores, en diversos períodos del Bardo, son extremadamente complejas y requerirían de un análisis especial por lo que sólo voy a referirme a lo que podría llamarse "el final del Bardo"; es decir, la visualización hipnótica de la etapa inmediatamente previa al nuevo nacimiento. El método que hasta ahora empleo es muy simple y consiste en pedirle al paciente -en estado de relajación- que se vea antes de nacer: "flotando" sobre la madre y familia que ha elegido y les sugiero tratar de recordar lo que desean vivir. En la técnica que utilizo no tengo diálogo con el enfermo y sólo sé lo que ha ocurrido al término de la sesión. En mi escasa experiencia, he visto que ocurre algo similar a lo que señalamos para la experiencia del Túnel. Así, la mayoría de mis pacientes sólo visualizan lo que les he sugerido, sin experimentar nada nuevo. Pero algunos me han sorprendido al incorporar otros elementos como: avanzar por un camino de luz; "visión de un guardián de los proyectos"; otros seres esperando encarnar; etc. Sólo estos pacientes relatan estados de "plenitud beatífica" y de un enriquecimiento posterior de su personalidad. No he logrado, en cambio, que recuerden ningún hecho concreto de "un proyecto especifico", salvo sentimientos vagos como: "vengo a vencer mi cobardía", "debo dar un paso para cumplir mi misión", etc. El propio Whitton señala que la exploración del Bardo es difícil y que requiere de una hipnosis profunda, pero cuando la experiencia es bien lograda, se observarían iguales y aún mayores efectos terapéuticos que en la evocación del Túnel.
Es un enigma el cómo estos "recuerdos", sean reales o sugestivos, pueden dar origen a una sanación, pero la logran, al menos en algunos casos y es por eso que pienso que es un novedoso campo de la hipnoterapia que merece ser investigado. Es claro que cualquier experiencia hipnótica no puede -por sí misma- avalar su realidad. No obstante, para la medicina, el criterio decisivo de la verdad no puede ser otro que el de la curación y la mejoría de los enfermos.