EM., VCyT.,
25-03-15.
Paula
Leighton
Jornadas
laborales largas y agotadoras, redes sociales donde los contactos virtuales
reemplazan a los reales, familias pequeñas, creciente desconfianza hacia los
demás y sociedades cada vez más individualistas. Los ingredientes para que se
diluyan las conexiones sociales y que aflore la soledad son cada vez mayores.
Tanto, que
en países industrializados se calcula que la soledad alcanzará proporciones de
epidemia hacia 2030.
En un
artículo publicado en el último número del mes en la revista Perspectives of
Psychological Science, investigadores de la Universidad de Brigham Young
(EE.UU.) advierten que, "aunque vivir solo puede ofrecer comodidades y
ventajas para un individuo, la salud física no está entre ellos,
particularmente para los adultos menores de 65 años (ver recuadro)".
Relaciones
en jaque.
Los autores
analizaron 70 estudios sobre la relación entre soledad y mortalidad, publicados
entre 1980 y 2014.
A partir de
estas investigaciones, que abarcaron a 3,4 millones de personas, con un
seguimiento superior a siete años, concluyen que las personas que al inicio del
respectivo estudio vivían solas, estaban socialmente aisladas o se sentían
solas, tuvieron más probabilidad de fallecer durante el seguimiento,
independientemente de su edad, estado de salud inicial, grupo socioeconómico o
duración del seguimiento.
La
mortalidad fue 26% mayor para quienes se sentían subjetivamente solos, 29% para
los que tenían escasos vínculos sociales con otros y 32% para quienes vivían
solos.
"Esto
es comparable con factores de riesgo bien establecidos que se asocian a
mortalidad", dicen los autores, refiriéndose al sedentarismo, obesidad,
abuso de sustancias, conducta sexual irresponsable, heridas y violencia, entre
otras. "Por eso parece prudente agregar el aislamiento social y la soledad
a la lista de preocupaciones de salud pública", señalan.
"Tenemos
que empezar a considerar nuestras relaciones sociales más seriamente",
dice la psicóloga Julianne Holt-Lunstad, autora principal del estudio. Sobre
todo, considerando que "la evidencia actual indica que el elevado riesgo
de mortalidad por falta de relaciones sociales es mayor que el de la
obesidad".
El
psiquiatra Rafael Sepúlveda, académico de la Unidad de Salud Mental y
Psiquiatría Comunitaria de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile,
destaca dos abordajes para lograrlo.
Activar las
redes.
"A
nivel individual, las personas deben ser capaces de activar y cuidar sus
soportes sociales. Muchas veces estos -amigos, familiares, vecindad- están
disponibles, pero las personas no los activan", dice Sepúlveda. A nivel de
sociedad, en tanto, se deben crear las condiciones que favorezcan las redes
sociales. Esto incluye, por ejemplo, pensar espacios de esparcimiento y
socialización en el diseño urbano.
Cerca del
75% de los estudios analizados por los autores se hicieron con adultos mayores,
un grupo tradicionalmente más asociado a falta de redes sociales. El doctor
Sergio Castro, geriatra del Instituto Nacional de Geriatría se muestra
optimista respecto de las políticas dirigidas a este grupo etario en Chile.
"Hemos avanzado mucho en la oferta de actividades recreativas para adultos
mayores, especialmente a nivel municipal. Si trabajamos más en esa línea,
aumentarán sus posibilidades de crear vínculos". Agrega que mantener
relaciones sociales cultivadas antes de la jubilación y participar en actividades
sociales o voluntariados son otras fórmulas para evadir el aislamiento. El
resultado será una vida más larga y de calidad.
Antes de
los 65
Si bien los estudios analizados no
indican las causas de muerte de los solitarios, los investigadores identifican
varias razones directas e indirectas que explicarían su mayor vulnerabilidad.
Se sabe, por ejemplo, que tanto la soledad como el aislamiento social se
asocian a conductas poco saludables, como tabaquismo, poca actividad física y
mala higiene del sueño. Otros estudios han detectado que quienes tienen pobres
redes sociales suelen tener mayores índices de presión arterial y perfiles
lipídicos menos saludables, además de un sistema inmune más deteriorado y más
probabilidad de depresión.
Lo que es menos conocido, sin embargo,
es que la soledad y el vivir solo son predictores de mortalidad precoz mayor
para quienes tienen menos de 65 años que para los adultos mayores que viven en
las mismas condiciones. Esto, dicen los autores, debido, entre otras cosas, a
que tienen más riesgo de involucrarse en conductas de riesgo para la salud y
consultan menos por problemas de este tipo.